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♣ Charlando entre Sorbos ♣ [Donatella/Juliette]
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♣ Charlando entre Sorbos ♣ [Donatella/Juliette]
El cantinero estaba de buen humor esa tarde. Llenaba los vasos y copas más de licor que de hielo, logrando que los clientes se marcharan con una patética sonrisa de animal satisfecho por haber alimentado su vicio. Algunos de ellos no tenían ni siquiera la mayoría de edad para estar bebiendo, al igual que mi mejor amiga desde que tenía memoria, Juliette, la misma que caminaba a mi lado para llegar a “Las tres escobas” por un par de copas, o en su caso, un par de botellas.
—Si no hay impuros en la barra, yo pago la primera ronda —le aposté a mi aliada antes de entrar a la estancia, cruzando por la puerta.
Había una diferencia entre Juliette y los ebrios que acabábamos de ver salir. Ellos tenían todo para alegrarse y nada de lo que quejarse y aún así derrochaban todo aquello consistente en familias amorosas y atentas. Dina, en cambio, salía del medio de un cúmulo de razones para no estar de pié. Sí, era mi mala influencia en el sentido de que a veces se le pasaba la mano con los vicios, pero no la juzgaba, ya que a las dos nos acechaba la penumbra del pasado, esa que te amenazaba con repetir todos los tenebrosos episodios que habías querido borrar.
Al entrar, la barra estaba vacía, ya que los asistentes de aquella ocasión habían preferido que los meseros llegaran a ofrecerles cerveza y ginebra en una mesa en la que se podían dormir antes que sostenerse a sí mismo en una barra. Una barra era justo lo que necesitábamos un par de estudiantes de Slytherin con frío pasado, pero prometedor presente, pues así lo había predicho el sombrero seleccionador cuando nos posicionó en la casa de Salazar.
Sonreí con malicia al mismo tiempo que nos sentábamos y el cantinero nos miraba divertidas, como si una mujer no supiese beber. De hecho lo hacíamos mejor que todos esos payasos que venían a perder el control así sin más. Lo miré hostilmente al principio, pero luego lo ignoré para buscar en mi abrigo el saldo de mi deuda.
—Una apuesta que me da gusto perder —sonreí a mi amiga antes de pagarle al cantinero la cantidad que calculaba era suficiente para cubrir el encuentro.
Con el dinero en mano, su expresión cambió de incrédula a una más amable. Vaya sí podía manipularse a los débiles de corazón con algo tan básico como el dinero. Y pensar que era lo que movía al mundo. Eso me hacía pensar que nuestro universo, no sólo el de los muggles, estaba lleno de ratas de laboratorio adiestradas con queso añejo. De todas formas, le brindé una diplomática sonrisa para recalcarle que su deber era servirnos.
—Denos ginebra para empezar. Luego la señorita le dirá qué más desea. En mi caso, quiero ese limoncello que guarda en la gaveta con llave —ordené, pensando en qué más pedir— Por cierto, échele algo adicional a esos tragos, algo que especial para provocar conversaciones largas e interesantes, ¿sí? Eso es todo
Cuando el señor fue a preparar nuestro pedido, suspiré al pensar que Madame Rosmerta hubiera sido tres mil veces más rápida, aunque era una abraza muggles también, pero al menos hacía bien su trabajo y sin nunca permitir que llegaran a un estado etílico en su bar. Si hubiera estado vivo, se habría muerto de sólo ver cómo manejaba el negocio ese impertinente.
Miré a Juliette, quien mantenía sus ojos brillantes de la expectación de regar su garganta. Inhalé y exhalé el aire tomándome mi tiempo, pues sabía que si iba a beber por gusto y no por necesidad, algo estaba ocupando su mente de una agradable forma.
—Parece que llevamos más tiempo del que pensaba sin conversar a solas —tenté con mis palabras a que dijera qué encontraba tan emocionante, porque generalmente cuando ella encontraba algo entretenido, yo también lo hacía.
—Si no hay impuros en la barra, yo pago la primera ronda —le aposté a mi aliada antes de entrar a la estancia, cruzando por la puerta.
Había una diferencia entre Juliette y los ebrios que acabábamos de ver salir. Ellos tenían todo para alegrarse y nada de lo que quejarse y aún así derrochaban todo aquello consistente en familias amorosas y atentas. Dina, en cambio, salía del medio de un cúmulo de razones para no estar de pié. Sí, era mi mala influencia en el sentido de que a veces se le pasaba la mano con los vicios, pero no la juzgaba, ya que a las dos nos acechaba la penumbra del pasado, esa que te amenazaba con repetir todos los tenebrosos episodios que habías querido borrar.
Al entrar, la barra estaba vacía, ya que los asistentes de aquella ocasión habían preferido que los meseros llegaran a ofrecerles cerveza y ginebra en una mesa en la que se podían dormir antes que sostenerse a sí mismo en una barra. Una barra era justo lo que necesitábamos un par de estudiantes de Slytherin con frío pasado, pero prometedor presente, pues así lo había predicho el sombrero seleccionador cuando nos posicionó en la casa de Salazar.
Sonreí con malicia al mismo tiempo que nos sentábamos y el cantinero nos miraba divertidas, como si una mujer no supiese beber. De hecho lo hacíamos mejor que todos esos payasos que venían a perder el control así sin más. Lo miré hostilmente al principio, pero luego lo ignoré para buscar en mi abrigo el saldo de mi deuda.
—Una apuesta que me da gusto perder —sonreí a mi amiga antes de pagarle al cantinero la cantidad que calculaba era suficiente para cubrir el encuentro.
Con el dinero en mano, su expresión cambió de incrédula a una más amable. Vaya sí podía manipularse a los débiles de corazón con algo tan básico como el dinero. Y pensar que era lo que movía al mundo. Eso me hacía pensar que nuestro universo, no sólo el de los muggles, estaba lleno de ratas de laboratorio adiestradas con queso añejo. De todas formas, le brindé una diplomática sonrisa para recalcarle que su deber era servirnos.
—Denos ginebra para empezar. Luego la señorita le dirá qué más desea. En mi caso, quiero ese limoncello que guarda en la gaveta con llave —ordené, pensando en qué más pedir— Por cierto, échele algo adicional a esos tragos, algo que especial para provocar conversaciones largas e interesantes, ¿sí? Eso es todo
Cuando el señor fue a preparar nuestro pedido, suspiré al pensar que Madame Rosmerta hubiera sido tres mil veces más rápida, aunque era una abraza muggles también, pero al menos hacía bien su trabajo y sin nunca permitir que llegaran a un estado etílico en su bar. Si hubiera estado vivo, se habría muerto de sólo ver cómo manejaba el negocio ese impertinente.
Miré a Juliette, quien mantenía sus ojos brillantes de la expectación de regar su garganta. Inhalé y exhalé el aire tomándome mi tiempo, pues sabía que si iba a beber por gusto y no por necesidad, algo estaba ocupando su mente de una agradable forma.
—Parece que llevamos más tiempo del que pensaba sin conversar a solas —tenté con mis palabras a que dijera qué encontraba tan emocionante, porque generalmente cuando ella encontraba algo entretenido, yo también lo hacía.
Invitado- Invitado
Re: ♣ Charlando entre Sorbos ♣ [Donatella/Juliette]
Muchos no entenderían el vínculo que unía a dos personas tan complejas como las que se abrían paso entre las mesas de aquel sencillo lugar, simplemente para poder pasar un rato fuera de las obligaciones que el colegio conllevaba. A simple vista una dama como Donatella Serantoni no podía ser amiga de una persona tan desequilibrada emocionalmente como lo era la joven Juliette Lorren. Lo que muchos no sabían era que a pesar de las diferencias notorias e insignificantes, a ellas las unía algo más que la casa a la que pertenecían, algo más que el sentimiento estúpido de amistad que suelen definir con tanta gracia y elocuencia con filosofías baratas…era como una especie de lealtad, definida y reforzada por las bases de un pasado no grato, y de cosas a olvidar.
Pero no estaban dispuestas a tratar de eso esta tarde, para dichas cosas, sobraban las palabras. La joven de cabellos oscuros le sonrió sugestivamente, como solía hacerlo siempre que su compañera acertaba con algún comentario, lo que solía ser la mayoría del tiempo. Juliette nunca había tenido que impresionar a Donatella, dado que ella jamás le había juzgado, a pesar de conocer realmente el porqué de su comportamiento tan destructivo para con los demás.
Ambas se acomodaron en la barra, y esperaron gustosas que el cantinero les sirviera debidamente lo que habían solicitado. Una vez solas, escucho con atención lo que su compañera y aliada tenía para decir.
- Así es, y no te preocupes, aunque lo que nos sirvan no sea de la calidad que esperamos, nuestras conversaciones siempre suelen ser interesantes, y no, hoy no tengo ganas de perderme, he querido hablar contigo de algo desde hace unos días, pero como verás, los rumores aquí corren tan rápido como una mujerzuela hace su trabajo en las calles…- alzó una ceja y termino la frase con cierta ironía – Así que tengo por seguro que sabes más o menos de lo que se trata…
El encuentro con el Jefe de Gryffindor aquella noche no había pasado desapercibido. No había notado – quizás por el estado en el que se encontraba – que alguien más pudiera haber hecho presencia de lo que había acontecido – una nadería, si debía de admitir – pero podían haber sido los cuadros chismosos que esa noche les habían visto cruzar el castillo hasta el despacho de dicha autoridad.
- Dime, ¿tú qué crees? –dejó las palabras en el aire, y bebió de la copa que tenía frente a ella, pensando seriamente en si encender un cigarro o no.
Pero no estaban dispuestas a tratar de eso esta tarde, para dichas cosas, sobraban las palabras. La joven de cabellos oscuros le sonrió sugestivamente, como solía hacerlo siempre que su compañera acertaba con algún comentario, lo que solía ser la mayoría del tiempo. Juliette nunca había tenido que impresionar a Donatella, dado que ella jamás le había juzgado, a pesar de conocer realmente el porqué de su comportamiento tan destructivo para con los demás.
Ambas se acomodaron en la barra, y esperaron gustosas que el cantinero les sirviera debidamente lo que habían solicitado. Una vez solas, escucho con atención lo que su compañera y aliada tenía para decir.
- Así es, y no te preocupes, aunque lo que nos sirvan no sea de la calidad que esperamos, nuestras conversaciones siempre suelen ser interesantes, y no, hoy no tengo ganas de perderme, he querido hablar contigo de algo desde hace unos días, pero como verás, los rumores aquí corren tan rápido como una mujerzuela hace su trabajo en las calles…- alzó una ceja y termino la frase con cierta ironía – Así que tengo por seguro que sabes más o menos de lo que se trata…
El encuentro con el Jefe de Gryffindor aquella noche no había pasado desapercibido. No había notado – quizás por el estado en el que se encontraba – que alguien más pudiera haber hecho presencia de lo que había acontecido – una nadería, si debía de admitir – pero podían haber sido los cuadros chismosos que esa noche les habían visto cruzar el castillo hasta el despacho de dicha autoridad.
- Dime, ¿tú qué crees? –dejó las palabras en el aire, y bebió de la copa que tenía frente a ella, pensando seriamente en si encender un cigarro o no.
Invitado- Invitado
Re: ♣ Charlando entre Sorbos ♣ [Donatella/Juliette]
No podía olvidar que Juliette no era para nada tonta, porque tenía demasiada astucia viva como para que la estupidez tomara ese lugar. No iba a negar que me había sorprendido al principio, pero al poco rato había asimilado el chisme y hecho sentido. Ese Brohard podía estar a punto de casarse con la enana Wells, pero no dejaba de lado su debilidad por las mujeres hermosas que entraran en su campo de actuación. Mi amiga Juliette era bella y además tenía esa chispa que encendía la llama del juego del sujeto y Dina era era una ludópata innata cuando se trataba de chicos.
Enfoqué mi vista en mi copa unos instantes, intentando averiguar en su consistencia si era de calidad o no y entonces tomé el primer sobro para soltar mi lengua en la conversación. Para que Juliette renunciara a un atardecer de vicios, debía desactivar la censura de su mente y sólo nos teníamos la una a la otra para eso. Sonreí con complicidad a mi aliada y regresé el cristal a su lugar.
—Creer... —reí unos segundos— Oh no, Juliette. Yo no creo nada. Sé que te viste anoche con el perrito faldero de Wells en su despacho. Eres capaz de ello y él también.
Sinceramente no me caía bien el tal jefe de la casa Gryffindor y menos cuando se metía en asuntos de mi casa, pero si Juliette podía hacer que el tipo dejara de hacerse el santo y justiciero, por mí estaba bien. De hecho, estaba perfecto. Después de todo, hasta los que se presumían albos de corazón tenían impulsos impredecibles. Yo sería una espectadora de la obra que estaban montando y vería al "león padre" caer estrepitosamente contra el suelo por la mordida de una mortífera serpiente; una mamba negra como lo era Juliette.
Vi en sus redondos ojos que la inquietud había llegado a su mente, llamando a saciar una necesidad creciente. Suspiré de aceptación. Podía reprimir uno de sus vicios, pero el otro se escapaba por sus poros hasta quedar a la vista, por lo que con mi mano le indiquéque saciara ese deseo involuntario.
—Adelante, fuma un poco —estimulé a que se soltara— Eres todo un espejismo, Dina. Le guiñas el ojo a Triangulum, un chico que sigue cada capricho que tenga, negando todo filtro aunque lo tenga y... Brohard, quien vela por los filtros para hacer lo correcto negando todo deseo, aunque los tenga. Has tenido una pesca de arco iris durante el tiempo que no hemos hablado.
A pesar de que Noctis me sacara de quicio reiteradamente como si de un deportes se tratase, no me desagradaba en el sentido de rechazar a los impuros, ser de familia influyente y además, más importante, no aparentaba ser un modelo de persona cuando compartía el lecho con sus numerosas amantes. Si Juliette lograba que el perro traidor a la sangre dejara de hacer la vista gorda a ese lado oscuró que tenía, tendría una razón para respirar más tranquila en ese colegio de "chicos bueno de papá".
Clavé mis verdes y venenosos ojos en los de mi amiga de la infancia y le sonreí con malicia. Ella sabía qué significaba.
—Dicen que al inicio de una obra se dejan entrever cosas para que la audiencia imagine el posible desenlace, pero nunca se muestran al cien por ciento. ¿Qué vaticinas tú que ocurrirá de ahora en adelante?
Enfoqué mi vista en mi copa unos instantes, intentando averiguar en su consistencia si era de calidad o no y entonces tomé el primer sobro para soltar mi lengua en la conversación. Para que Juliette renunciara a un atardecer de vicios, debía desactivar la censura de su mente y sólo nos teníamos la una a la otra para eso. Sonreí con complicidad a mi aliada y regresé el cristal a su lugar.
—Creer... —reí unos segundos— Oh no, Juliette. Yo no creo nada. Sé que te viste anoche con el perrito faldero de Wells en su despacho. Eres capaz de ello y él también.
Sinceramente no me caía bien el tal jefe de la casa Gryffindor y menos cuando se metía en asuntos de mi casa, pero si Juliette podía hacer que el tipo dejara de hacerse el santo y justiciero, por mí estaba bien. De hecho, estaba perfecto. Después de todo, hasta los que se presumían albos de corazón tenían impulsos impredecibles. Yo sería una espectadora de la obra que estaban montando y vería al "león padre" caer estrepitosamente contra el suelo por la mordida de una mortífera serpiente; una mamba negra como lo era Juliette.
Vi en sus redondos ojos que la inquietud había llegado a su mente, llamando a saciar una necesidad creciente. Suspiré de aceptación. Podía reprimir uno de sus vicios, pero el otro se escapaba por sus poros hasta quedar a la vista, por lo que con mi mano le indiquéque saciara ese deseo involuntario.
—Adelante, fuma un poco —estimulé a que se soltara— Eres todo un espejismo, Dina. Le guiñas el ojo a Triangulum, un chico que sigue cada capricho que tenga, negando todo filtro aunque lo tenga y... Brohard, quien vela por los filtros para hacer lo correcto negando todo deseo, aunque los tenga. Has tenido una pesca de arco iris durante el tiempo que no hemos hablado.
A pesar de que Noctis me sacara de quicio reiteradamente como si de un deportes se tratase, no me desagradaba en el sentido de rechazar a los impuros, ser de familia influyente y además, más importante, no aparentaba ser un modelo de persona cuando compartía el lecho con sus numerosas amantes. Si Juliette lograba que el perro traidor a la sangre dejara de hacer la vista gorda a ese lado oscuró que tenía, tendría una razón para respirar más tranquila en ese colegio de "chicos bueno de papá".
Clavé mis verdes y venenosos ojos en los de mi amiga de la infancia y le sonreí con malicia. Ella sabía qué significaba.
—Dicen que al inicio de una obra se dejan entrever cosas para que la audiencia imagine el posible desenlace, pero nunca se muestran al cien por ciento. ¿Qué vaticinas tú que ocurrirá de ahora en adelante?
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Re: ♣ Charlando entre Sorbos ♣ [Donatella/Juliette]
Adoraba en desmedida ese juego de palabras que Donatella solía usar, hablar con ella era algo tan entretenido como pocas cosas le parecían en realidad, y sabía que aunque aquella Dama Fría no compartiera el estilo de vida que su compañera había adoptado, estas cosas no pasaban desapercibidas para ella, siendo entretenidas en su dosis y medida para alguien que debía ser tan reservada y escrupulosa. Juliette le entretenía encantada, Donatella tenía ese desahogo que ella pocas veces encontraba.
Su mente astuta enredaba pensamientos que en la mente de Juliette no estaban tan claros. El encuentro con Brohard no había sido lo que habría esperado, le había tomado por sorpresa, no lo negaría, y sus sentidos no estaban en orden aquella noche, pero los rumores corren rápido como un veneno en las venas, tóxicos y con un efecto casi instantáneo; y si lograba que dicho acontecimiento afectase a la insignificante leona de Gryffindor, esto podía resultar realmente entretenido. No tenía nada contra ella, pero en realidad era lo que menos le importaba. No solía importarle nadie, ¿Por qué le importaría la insignificante Wells? Solo necesitaba emoción, romper el esquema de estar rodeada de gente tan artificial e insulsa.
Las mujeres son seres fascinantes, basta un motivo, insignificante o no, para desequilibrar a una mujer enamorada y emocional, y se entreteje la duda silenciosamente, intentes negarlo o no, no puedes contra ella. La desconfianza es un acto de defensa, corroe en silencio y termina por ganar. Juliette lo sabía, y era la razón por la que se rehusaba a sentir algo por alguien, y lo mismo sucedería con el Jefe de Gryffindor.
¿Cómo explicar lo que le sucedía con Brohard? Una palabra resumía toda duda que podía albergar su mente: capricho. Simple, sencillo. No era envidia por lo que se suponía compartían, exponerse de tal manera a alguien era darle permiso a que te destruyera lentamente, eso no lo ponía en discusión y no sería algo a lo que sucumbiría. Atracción, más allá de su físico y atractivo exuberante, era de una forma más directa, de ser prohibido y considerarlo un reto.
Fingió un suspiro cansado, y sus finos labios dibujaron una sonrisa desvergonzada cuando mencionó a Noctis, antes de encender el cigarro que llevó a sus labios, inhalando y exhalando después el denso humo que tardó unos segundos en disiparse entre ellas.
- Noctis…- su tono sonó en forma traviesa – Triangulum comprende la complejidad de no mezclar los sentimientos con el placer, pero parece tan ocupado con Hamilthon que a veces suelo dudar de eso…- dio un sorbo a su bebida, dejando que el calor recorriera sus garganta deliciosamente – En cambio Brohard…tan seguro de ser el hombre fiel que cualquier mujer querría, es mucho más seductor y entretenido intentar corromper eso que quitarle su juguete a quien cree tener el poder sobre todo miembro masculino de este lugar…- indicó, con cierta ironía en su voz, mientras alzaba delicadamente una ceja. – Y verás…no puedo decirte lo que vendrá, pero espero divertirte como te mereces…
Dio una profunda calada al cigarro que se consumía silenciosamente entre sus dedos, antes de mirar a su acompañante y dedicarle a su garganta un poco más de calor.
Su mente astuta enredaba pensamientos que en la mente de Juliette no estaban tan claros. El encuentro con Brohard no había sido lo que habría esperado, le había tomado por sorpresa, no lo negaría, y sus sentidos no estaban en orden aquella noche, pero los rumores corren rápido como un veneno en las venas, tóxicos y con un efecto casi instantáneo; y si lograba que dicho acontecimiento afectase a la insignificante leona de Gryffindor, esto podía resultar realmente entretenido. No tenía nada contra ella, pero en realidad era lo que menos le importaba. No solía importarle nadie, ¿Por qué le importaría la insignificante Wells? Solo necesitaba emoción, romper el esquema de estar rodeada de gente tan artificial e insulsa.
Las mujeres son seres fascinantes, basta un motivo, insignificante o no, para desequilibrar a una mujer enamorada y emocional, y se entreteje la duda silenciosamente, intentes negarlo o no, no puedes contra ella. La desconfianza es un acto de defensa, corroe en silencio y termina por ganar. Juliette lo sabía, y era la razón por la que se rehusaba a sentir algo por alguien, y lo mismo sucedería con el Jefe de Gryffindor.
¿Cómo explicar lo que le sucedía con Brohard? Una palabra resumía toda duda que podía albergar su mente: capricho. Simple, sencillo. No era envidia por lo que se suponía compartían, exponerse de tal manera a alguien era darle permiso a que te destruyera lentamente, eso no lo ponía en discusión y no sería algo a lo que sucumbiría. Atracción, más allá de su físico y atractivo exuberante, era de una forma más directa, de ser prohibido y considerarlo un reto.
Fingió un suspiro cansado, y sus finos labios dibujaron una sonrisa desvergonzada cuando mencionó a Noctis, antes de encender el cigarro que llevó a sus labios, inhalando y exhalando después el denso humo que tardó unos segundos en disiparse entre ellas.
- Noctis…- su tono sonó en forma traviesa – Triangulum comprende la complejidad de no mezclar los sentimientos con el placer, pero parece tan ocupado con Hamilthon que a veces suelo dudar de eso…- dio un sorbo a su bebida, dejando que el calor recorriera sus garganta deliciosamente – En cambio Brohard…tan seguro de ser el hombre fiel que cualquier mujer querría, es mucho más seductor y entretenido intentar corromper eso que quitarle su juguete a quien cree tener el poder sobre todo miembro masculino de este lugar…- indicó, con cierta ironía en su voz, mientras alzaba delicadamente una ceja. – Y verás…no puedo decirte lo que vendrá, pero espero divertirte como te mereces…
Dio una profunda calada al cigarro que se consumía silenciosamente entre sus dedos, antes de mirar a su acompañante y dedicarle a su garganta un poco más de calor.
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