Vacaciones al fin [Zayn Malik [+18 (?)]]

Llegó el día que estaba esperando con nervios, no porque empezaran las vacaciones de invierno, sino porque me tocaba conocer al padre de Kenadee. Me quedé dormido en el tren, apoyado en el hombro de mi compañera. Había estado bastante callado en todo el viaje, estaba nervioso, sabía que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que le cayera mal a su padre, como al revés. Abrí un ojo perezosamente cuando sentí que me meneaban y decían que ya habíamos llegado.

Me quedé sentado un par de minutos, intentando desperezarme completamente. Cuando por fin podía ver claramente me levanté para recoger mi baúl, el cual no iba tan lleno como pensaba que iba la noche anterior. Miré el trasportín de Hatchi, él también estaba nervioso, no le gustaba para nada estar encerrado en sitios muy pequeños, obviamente tampoco en el que estaba en aquél momento. Antes de comenzar a salir cogí la guitarra, que estaba dentro de la funda y no podía ponerla dentro del baúl porque podría romperse.

Una vez nos bajamos del tren llamamos un taxi, seguía callado, no tenía nada interesante y mucho menos inteligente que decir, tenía que conocer a dos personas que serían importantes, y a ambas en el mismo día, además, debía comportarme como realmente era con la gente que imponía respeto, no como un crío, que era como me comportaba muchísimas veces. Kenny guardó los baúles en su bolso con un hechizo, la magia cada vez era mejor. Hatchi no paraba de moverse y ladrar, me daba pena tenerle ahí metido, me habría gustado sacarle... Me dijo que estuviese tranquilo y suspiré.

— Intentaré... —sonreí levemente y me dio un pequeño escalofrío cuando besó mi cuello. A veces ser más alto era bueno e incluso divertido, porque podías meterte con la altura del otro. El taxi llegó y después de subir Kenny tomó mi mano, le sonreí y giré a mirar por la ventana. La nieve ocultaba todo el suelo y la gente iba bastante abrigada, con gorros, bufandas, guantes, chaquetas... Y yo al menos iba tan ligero, sólo con una chaqueta que abrigaba... Y pensar que en mi pueblo hacía muchísimo más frío me daba incluso miedo, estaríamos cerca de los 4 o 5 grados tranquilamente.

Pasó el rato y yo sólo miraba por la ventana, de vez en cuando giraba a mirar a mi acompañante y a Hatchi, que seguía moviéndose mucho, hasta que vi a Kenna buscar por su cartera sin entender mucho que hacía, hasta que el taxi paró y le pagó, siempre acababa pagando las cosas ella, suspiré y bajamos del taxi. Miré la casa, llena de decoraciones, luces, un muñeco de nieve... Me gustaba ver cómo mis amigos, o la familia de éstos, decoraban las casas en Navidad, porque mi familia nunca la decoraba como los demás hacían.


— No me asusto, tranquila. —reí y seguí mirando el exterior de la casa, y luego las demás, también decoradas. — Ya decoráis más que nosotros... —Hatchi salió del trasportín y podría decirse que si no fuese tan pequeño podría haber corrido perfectamente por todos los lados a jugar con la nieve, porque si tenía entendido era una de las primeras veces que la veía, teniendo en cuenta que debía tener unos tres meses y tenía miedo de sacarlo por los alrededores de Hogwarts por si se perdía.

Los nervios me podían, y estaba seguro de que realmente tenía cara de que me estaba afectando. Me abrazó y yo la abracé a ella, delante de su padre me daría, seguramente, corte abrazarla, así que tenía que aprovechar. Me besó y sonreí como un tonto, a parte, me dijo que ya vería que no era para tanto, respiré hondo y me despeinó, a lo que inmediatamente reaccioné peinándome un poco, todavía iba a tener el pelo como si fuese un loco y no quería que su padre tuviese esa impresión de mí.

Llamó al timbre y me apoyé en la pared, en cuanto se abrió la puerta pude verle, tal y como Kenadee me lo había descrito: bigote, pelo oscuro, bastante alto... Tragué saliva, nervioso, ambos se abrazaron y en ese momento eché de menos poder abrazar a mi padre, siempre que iba a verle estaba atareado con sus cosas y no me daba tiempo ni de poder decirle que le quería. Se desearon una feliz Navidad y escuché que Kenny le llamó jefe, pensaba que sólo lo hacía conmigo o con sus amigos, pero al parecer me equivocaba.

Estaba cruzado de brazos, todavía apoyado en la pared, cuando su padre me dijo que no me quedara ahí fuera, que podía entrar o me congelaría, asentí levemente y Kenna me tomó de la mano, dudé un momento de que Hatchi pudiera entrar, pero como no dijeron nada, ninguno de los dos, lo dejé pasar y el pequeño cachorro entró en la casa moviendo su cola alegremente, al menos ya no ladraba como lo había estado haciendo casi todo el camino. Estaba seguro de que el pobre perro podría odiarnos durante toda su vida por encerrarle en el pequeño trasportín.

Al parecer ya era la hora de que nos presentáramos, mordí el interior de mi mejilla izquierda, nervioso, escuché todo lo que dijo Kenadee, no era fácil decirle a un padre que tal persona era tu pareja, luego presentó a Hatchi, lo miré, volvía a ladrar. El perro era como un concierto de música hardcore en plena mitad. Su padre se me acercó y tendió su mano, inmediatamente la estreché, mirándole con una sonrisa. Se presentó como Joshua, el padre de Kenny.

— Encantado, Joshua. —fijó su mirada en Hatchi y dijo que le recordaba a ella cuando se había dejado el pelo largo en una luna llena, no reí ni nada, mi pareja me miró, carraspeando, por dentro me habría gustado reírme de eso, pero no quería parecer tan mala persona, y eso era lo que no me gustaba, tener que cambiar mi forma de ser delante de la gente que imponía respeto, para no parecer tan niño pequeño, a pesar de que casi tenía los dieciocho años. Le recordó que tenía que presentarnos a alguien, y yo los miré, mientras Hatchi seguía haciendo ruido.

Ese era uno de los momentos en los que no sabía qué hacer, tenía la sensación de que no pintaba nada ahí, teniendo en cuenta que era un encuentro entre padre e hija. Me revolví un poco el pelo, sin hacer que se quedara despeinado. Joshua dijo que su novia estaba en la cocina, terminando la cena, fruncí el ceño levemente, cenar con dos personas que no conocía de nada iba a ser muy duro para mí, teniendo en cuenta que no estaba acostumbrado a comer en una casa normal y con gente normal.

Kenny me hizo un gesto con la cabeza y yo la seguí, mirando el vestíbulo bien decorado, ordenado, no como una casa que yo me conocía. Miré a Kenadee y entramos en la cocina, había una mujer allí, no sería muy mayor, pero tampoco tan joven. Sentí una mano agarrar la mía, y entrelacé los dedos con los suyos pues ya sabía perfectamente de quién era esa mano. Joshua se la presentó a su hija primero, como Susan y se dieron dos besos en las mejillas. Hicieron toda la presentación, no estuve muy atento, hasta que escuché la palabra “novio”.

Miré a la mujer, me estaba mirando con una sonrisa, así que yo también sonreí un poco. Me acerqué un poco para que me presentara, pero me volvieron a venir los nervios, incluso más de los que ya tenía, parecía que Kenny lo notó, así que me presentó ella, suspiré disimuladamente, algo aliviado, otra vez me había salvado el pellejo. Me saludó con dos besos en las mejillas, mientras decía que estaba encantada de conocerme. Seguía sonriendo, para no parecer un bicho raro que no sonreía en ningún momento.

— Igualmente. —susurré, lo suficientemente alto para que lo escuchara, y dijo que esperaba que nos gustase la cena, y que todavía le quedaba un poquito. Fue entonces cuando Kenny dijo las palabras mágicas, “subir a enseñarle la casa a Zayn”. Tomó mi mano de nuevo y me condujo por el vestíbulo hasta las escaleras, estaba seguro de que una vez llegara a su cuarto me espachurraría y volvería a hablar como antes. Lo peor todavía no había pasado, pero estaba un poco más tranquilo.

Hatchi también subió con nosotros, con dificultad porque él era pequeñito y los escalones demasiado altos para él, pero pudo arreglárselas para terminar de subir y seguirnos torpemente. Llegamos a su cuarto, lo primero que me impresionó fue la puerta, con una loba blanca dibujada y su nombre. Y pensar que en mi casa poníamos los nombres con pegatinas redondas de colores porque nos aburríamos... Al entrar pude verla, paredes naranjas, posters, dibujos, y... Una gran cama, era bonita y parecía cómoda, tenía barrotes y eso me recordó algo.

Sacudí la cabeza levemente, no tenía que pensar en esas cosas. Vi cómo ella se espatarraba en la cama y reí, luego se sentó normal y palmeó la cama para que me sentara con ella. Dejé la guitarra con su funda en un rinconcito cercano a la puerta y me senté en la cama. Volvió a entrelazar sus dedos con los míos, sonreí y besé su mano. Amaba cuando me tomaba de la mano, y me había dado más seguridad al tomármela antes de que Joshua nos presentara a Susan.

Me dio la bienvenida a su habitación y volví a reír, junto a ella. Luego me hizo la pregunta tan esperada, qué me habían parecido. Me eché hacia atrás para dejar que mi espalda descansase un poco, no la tenía del todo bien y la cama era, como había supuesto, cómoda. Pensé un momento, no podía decirle cualquier cosa, tenía que decirle la verdad, y es que ambos me habían parecido majos, pero la primera impresión de uno casi siempre era buena, tenía que ver qué pasaba en el tiempo que iba a estar con ellos.

— Parecen majos. Tu padre no da tanto miedo como pensé. —reí. — Y su novia, bueno, igual. —respiré hondo, para tranquilizarme totalmente, o al menos intentarlo. Y volvió a decir las palabras mágicas, las que no quería escuchar bajo ningún concepto. Miró a la colcha y me sentí mal, sabía que no era fácil pasar por eso, pero le había repetido un montón de veces que no era para tanto, que a mí me daba igual lo que fuera, que la quería igualmente. Me volví a levantar, quedando sentado en la cama, y todavía agarrando su mano, con la otra la tomé suavemente del mentón para que me mirara.

— Escúchame, Kenna, no eres peligrosa, no haces daño a nadie si tú no quieres, lo dices como si fueses un monstruo y... —no era fácil decir esas palabras cuando no sabía cómo se sentía. — No lo eres. No tienes nada de eso, tan sólo... Piensa que eres normal siempre, menos una noche cada mes, es lo único que te diferencia de las demás personas. —solté su mano y la abracé. Le había dicho tantas veces que eso no importaba, aunque sabía que yo no podría saber nunca cómo se sentía ella.

Muchas veces quería decirle que si no podía aguantar que ella fuese de esa manera, que tenía permiso para transformarme, pero no era un juego, era algo que venía por culpa –o gracias a– de alguien y nunca se iba, no había cura, no existía nada que pudiese quitar ese efecto, y era arriesgado. Además, sabía que ella se tomaría mis palabras en broma, me diría que estaba loco o que había perdido el juicio en algún lado. Pero realmente me sentía mal no poder comprenderla del todo.

— Eres así y así vas a ser siempre, te quiero y eso no va a cambiarlo. Tu padre sabe que no eres peligrosa, y yo lo sé, muchos de Hogwarts lo saben, Alice, Katt, Dae, Hans... —dije los primeros nombres que se me ocurrieron, pero que sabía que realmente pensaban que ella no lo era. — No vuelvas a decirlo, ¿quieres? Menos delante de mí... —suspiré y dejé de abrazarla, la miré y con los dedos índices de cada mano le piqué ambas comisuras de los labios y las estiré un poco para que formara una sonrisa, como a mí me gustaba que estuviera; sonriendo.

Dijo que prometía no volver a decirlo, suspiré y cuando le hice la sonrisa con los dedos se puso a reír. Eso me alegró de nuevo, ella sabía que yo ya era feliz con una sonrisa suya, o con cualquier gesto que me demostrara que no estaba mal, rodeó mi cuello con sus brazos y sonreí. Había mucha gente que no entendía qué hacía un humano con una loba, pero realmente, si quieres a esa persona, da igual lo que sea. Miré hacia el suelo, buscando a Hatchi, el cual estaba haciendo la croqueta por el suelo. Para mí, ambos eran como una familia...

Volví a mirarla y apoyó su frente en la mía, esa chica era un cuerpo de carne y hueso con lo demás puro amor, sabía perfectamente por qué la quería, aunque todavía teníamos algunos piques de vez en cuando, pero fuera de eso, tenía todo lo que yo quería y necesitaba, con ella no me faltaba de nada y sabía que me quería. ¿Qué más podía pedir? Dijo que esa noche estaríamos solos, sonreí de lado, sabía que le hacía ilusión pasar la noche conmigo, y realmente, a mí también.

Se acercó un poco más a mí y me besó, reaccioné inmediatamente, correspondiendo ese profundo beso, lentamente. La tomé suavemente de las mejillas, acariciándolas de forma lenta con los pulgares. De nuevo sentí la pequeña corriente pasar por mi espalda, cada vez que me besaba de esa forma la sentía, y no sabía si era bueno, malo, o qué... Separé mis labios de los suyos a los pocos segundos, sería un poco raro que su padre entrase por la puerta y nos viera de esa manera, prefería no arriesgarme.

Me encantaban todos y cada uno de los segundos que pasaba con ella de buenas, eran divertidos, agradables, ninguno de los dos salía triste o cosas así. Me quité la chaqueta y le dejé medio dobladita encima de la cama, para luego subirme las mangas de la camiseta de cuadros hasta los codos. Me acordé en ese momento, por ver todo mi brazo derecho relleno de tinta, el tatuaje que me había hecho con su nombre. Ella también tenía el mío, y estaba seguro de que si su padre se enteraba pensaría que estábamos locos.

— ¿Qué crees que dirá tu padre cuando vea que llevamos cada uno el nombre del otro tatuado? —pregunté, mirando a Hatchi seguir moviéndose y dando vueltas por la habitación. — Creo que si me bajo las mangas el único que se me ve es el de la nuca, y poco por el cuello de la camiseta... —a lo mejor a su padre no le molaba mucho la idea de que el novio de su hija tuviese tantos tatuajes tontos, realmente estaba preocupado, quería darle buena impresión y de la manera que era no iba a poder darla del todo.

Seguía un poco nervioso, pero las pulsaciones del corazón me habían bajado a la normalidad, aunque sabía que iban a volver a subir en cuanto saliera de esa habitación para bajar a cenar. Definitivamente, yo no estaba hecho para conocer a gente nueva, y mucho menos, familiares de cualquier persona importante para mí, tal y como ella lo era. Hatchi se sentó delante de nosotros, para mirarnos y luego estirarse en el suelo. Sonreí y recordé la nieve. No creía que fuésemos a quedarnos todo el tiempo dentro de la casa, así que estaría bien salir con el cachorro para que jugase y así dar una vuelta por Londres.

— Tendremos que ir a dar una vuelta un día de estos, para que Hatchi juegue con la nieve, intente correr, esas cosas. Cuando estábamos en Hogwarts no lo saqué mucho por la nieve, tenía miedo de que se me perdiera, se metiera por el bosque prohibido y se lo comiera algún animal... —suspiré, realmente tenía miedo, era muy pequeñito pero cuando te despistabas un momento ya había desaparecido, no estaba a muchos metros, pero lo que sabía correr sin tropezarse, lo aprovechaba. Maldito perro.

Dijo que estuviese más tranquilo, que no diría nada y que creía que le haría confiar más en mí. No entendí eso, alcé una ceja en cuanto acabó de hablar, después de besar mi mejilla. Comentó que siempre le habían gustado las guerras de bolas de nieve, porque siempre acababa ganando ella. Reí y antes de que dijera cualquier cosa se levantó y sacó los baúles del bolso, para dejarlos en el suelo y me pidió que la ayudara a buscar un vestido para cenar, me levanté y le ayudé un poco a buscar, tampoco sabía qué era lo que realmente quería...

Al rato encontró un vestido y unos zapatos, me senté en el suelo para jugar con Hatchi a marearle un poco, pero no pude evitar no mirar a Kenna, definitivamente, quería provocarme, y bastante, antes de salir a cenar, me mordí el labio y dejé de mirarla para no empeorar las cosas, sería mortalmente vergonzoso acorralarla en la pared y que su padre entrara... Cualquier cosa que me pillara su padre haciéndole, por pequeña que fuera, haría sentirme terriblemente idiota.

Cogió su vestido y los zapatos y se encerró en el baño, suspiré aliviado cuando escuché el ruido de la puerta cerrarse, seguí jugando con Hatchi, me gustaba molestarle, pero acabó pegándome un mordisco en la mano y pasé de jugar más con él, al final siempre acababa haciéndome daño, pero claro, él sólo pensaba que estaba jugando. Me levanté me subí un poco los pantalones, los cuales no paraban de caerse y empezaban a ser realmente molestos. Subí un poco mi camiseta y abroché un punto más fuerte el cinturón.

Se escuchó la puerta de nuevo, me bajé la camiseta y la miré. Estaba seguro de que se me habría caído la baba, no estaba acostumbrado a verla con vestido, es más, era la primera vez que la veía con uno, me preguntó qué tal estaba, me acerqué y di un par de vueltas alrededor de ella, mirándola. Me paré justo delante y la miré. Estaba más alta por los tacones, y realmente me gustaba más la Kenny bajita, pero sólo sonreí. No me olvidaría de esa imagen y seguramente estaría atormentándome durante la cena,

— Dos cosas, cariño. —me despeiné un poco con la mano mordida y me peiné de nuevo. — A parte de que se me hace raro verte en vestido, pero que igualmente estás genial y éste es muy bueno... —suspiré. — Vas a tener al gran salido de tu novio mirándote disimuladamente durante toooooooooda la cena. —reí y le di un pequeño beso en la nariz y sonreí. Ambos nos llamábamos salidos mutuamente, era algo que hacía hasta gracia, porque ambos lo éramos al fin y al cabo.

Yo realmente no sabía si iba bien, supuse que sí, tampoco tenía muchas ganas de cambiarme. Me había puesto lo más formal pero tampoco tan formal que tenía, que era una camiseta de cuadritos y unos tejanos, más que nada porque ella misma me dijo que debía ponerme algo no muy muy formal como un traje pero tampoco ir tan a la ligera, además, con el frío que hacía incluso dentro de la casa, no iba a ser fácil ponerse algo tan ligero e informal. Me miré de nuevo la ropa y alisé un poco la camiseta con las manos.

— ¿Y yo? ¿Voy bien? —le pregunté, mirándola con el morro un poco torcido. Dudé de nuevo entre bajarme o no las mangas, y tras pensarlo un par de segundos, lo dejé pasar, Kenna tenía razón, ella también tenía varios tatuajes y no le había dicho nada, a mí tampoco podía decirme, a lo mejor me preguntaba algo, pero en fin, cada uno tenía su historia, un por qué, y en ese momento, el más importante para mí era el nombre de Kenadee, justo al lado del yin yang, el primero que me hice.

Se acercó despacio a mí, acorralándome un poco en la pared y mordió suavemente mi labio. Sí, definitivamente, quería provocarme. Dijo que iba realmente perfecto, para luego añadir que le iba a costar controlarse. Sonreí, me besó y cuando comenzó a alejarse reaccioné para intentar pillarla y acercarla a mí de nuevo, pero era un lento y me había dado cuenta tarde. Maldije para mí mismo, necesitaba tenerla cerca en ese momento, si pensaba seriamente, me podría dar exactamente igual que Joshua entrara y lo viera.

Era completamente normal, a veces sobrepasarme con ella me traía problemas, me sentía egoísta una gran parte del tiempo que pasábamos completamente solos, por mis costumbres y tonterías. Se sentó en la cama y cogió a Hatchi en brazos, recordé la noche que había pasado con Kenna en luna llena, me sentí mal obviamente, no podíamos hablar, apenas había contacto físico, me daba un poco de repelús la idea de que fuera tan grande, sabía que podía hacerme daño y luego ella se sentiría peor, era muy difícil de sobrepasar.

Estaba seguro de que esas fiestas las iba a pasar realmente bien. Las últimas, por no decir todas las de mi vida, habían sido junto a mi familia, en el pueblo que si salías a la calle por la noche en invierno a los dos minutos eras un cubito de hielo, el pueblo en el que los días eran silenciosos y las noches muchísimo más. Además, en mi casa no celebrábamos la Navidad, no decorábamos, no habían regalos, no había nada, sólo familia y vacaciones, sin embargo, tanto mis hermanas como yo ocultábamos un poco los regalos y acabábamos regalándonos cualquier cosa.

Cada año era más aburrido, cuando mis hermanas eran más pequeñas era más fácil comprar o hacer algo para ellas, pero a medida que crecían, las cosas iban empeorando. Sabía que ese año tenían un regalo especial para mí, pero no podía imaginar lo que era. Hatchi saltó hacia el suelo y se cayó, pero volvió a levantarse rápido y a caminar tropezándose, como siempre. Reí y fui a sentarme a la cama, dejándome caer de espaldas de nuevo. Esos días me quejaba mucho de la espalda, empezaba a estar bastante harto de que cada vez que hiciera un movimiento que la requiriese comenzase a doler.

— ¿Cuándo volverá tu padre? Ya sabes, cuando ésta noche se vaya. —pasar una noche más junto a la chica que quería y junto al “hijo” torpe y de color canela me alegraba. Siempre que podíamos habíamos estado en la Sala de Menesteres, y estar fuera de Hogwarts ya era un paso más hacia adelante. Lo peor sería cuando ella estuviese cursando su último año y yo... Yo estaría fuera, haciendo cualquier cosa. Odiaba tener la idea de tener que separarme de ella por un año, aunque sabía que intentaríamos vernos por las fiestas, pero ella a lo mejor conocía a otro...

No me gustaba para nada esa idea, era la única persona a la que le había dicho un “te amo” sincero, y por nada del mundo quería perderla, para el colmo, con cada pelea que teníamos ponía en riesgo que se hartara y me mandara a freír espárragos. Me daban igual sus insultos en medio de una pelea, me daba igual que me golpeara, sabía que ella no lo haría con toda su fuerza, pero lo que odiaba que dijeran es que no sabían qué hacían conmigo, y ella ya lo había dicho una vez.

La había hecho enfadar por una tontería mía, me había insultado, me había golpeado y nada de eso me afectó, pero lo que me hizo enfadar y a la vez entristecer, fue que dijera eso. Y yo, como un completo estúpido, le había contestado borde y que si no sabía qué hacía conmigo que me dejara. Eso no lo soportaría, Ella era todo lo que tenía fuera de casa, todo lo que realmente valía la pena, lo tenía ella. Suspiré para quitar esos pensamientos, o acabaría deprimido.

— No sé si estoy nervioso, si tengo vergüenza, sed, sueño, hambre, si necesito una patada... No estoy acostumbrado a esto. —resoplé, tapándome los ojos con el antebrazo. — No quiero caerle mal a tú padre. —susurré, sintiendo un peso de más en los zapatos, un bichito peludo que movía la cola y no estaba encima de la cama. Levanté un poco la pierna y Hatchi logró subir de nuevo a la cama, no creía que fuese a importarle a Kenny. Sabía que en cualquier momento la puerta se abriría y saldrían Joshua o Susan avisando de que la cena ya estaba, o gritaban desde abajo.

Se acurrucó un poco en mí y la abracé un poco con el brazo completamente tatuado. Dijo que volverían al día siguiente por la noche, asentí levemente, íbamos a tener un día entero la casa entera para nosotros y Hatchi, no tendría por qué estar nervioso de que alguien fuera a pillarme haciendo cualquier cosa con Kenadee y podríamos hacer cualquier cosa... Sacudí un poco la cabeza, debía dejar de pensar en esas cosas tan a la ligera. Tomó mi mano y volví a sonreír.

Besó mi barbilla y aparté el brazo que me tapaba los ojos, tomó mis mejillas e hizo que la mirase a los ojos, fue lo que hice, hasta con sus ojos se me podía caer la baba, eran tan poco comunes, bonitos, le quedaban realmente bien y estaba seguro de que era lo primero de ella que llamaba la atención cuando miraba a una persona. Dijo que estuviese tranquilo, que si le cayese mal no dejaría que ella estuviese sola conmigo. Le di la razón con un gesto, realmente no lo había pensado, pero había entrabado dos palabras con él, tampoco era mucho como para saber cómo le caía.

Joshua gritó que bajásemos a cenar, Kenny se levantó de la cama y tomó mis manos de nuevo para ayudar a que me levantase. Me dio un beso rápido, el cual respondí y ambos sonreímos. Comenzamos a bajar las escaleras, a mi compañera debía costarle bastante andar con esos tacones, de sólo pensar cómo sería llevarlos me dolía. Acabamos de bajarlas, con Hatchi detrás, llegamos al salón y miré la mesa, a Susan, Joshua, Kenny y la bola de pelo ruidosa. Estaba todo bien decorado, y había bastante comida en la mesa.

Nos soltamos las manos y tomamos asiento, me preocupaba Hatchi, siempre que comías a su lado y él lo sabía, porque no era tonto, comenzaba a ladrar y a morder todo lo que veía, más de una vez me había mordido el pie y él no parecía tener remordimientos. Lo que menos quería era que mordiese a alguno de los presentes. Todos nos levantamos, con las copas en mano y comenzaron a llenarse, la mía acabó llena de zumo de naranja. Kenny levantó a Hatchi y me sentí observado durante un momento.

Dijo que no había preparado ningún discurso porque Kenny los odiaba, que quería agradecer el compartir la cena con todos, me miró y sonreí, incluyó a Hatchi, el cual miraba sin entender y ladró. Él esperaba que la cena se repitiera durante muchos años. Yo llevaba una sonrisa, estaba nervioso, sí, pero en ese mismo momento, me sentía como si ellos fuesen mi familia, la familia que en esas fechas nunca pude agradecer el hecho de existir.

Nos sentamos y yo le di un pequeño trago al zumo. Susan dijo que esperaba que nos gustase el pavo, yo teniendo en cuenta que no podía comer carne de casi nada, el pavo era de lo que más me gustaba. Los platos estaban ya llenos de comida, como solía pasar en Hogwarts. Supuse que Susan tenía algo que ver con la magia, sino, era poco probable que un mago utilizase magia delante de un muggle. Kenny me miró y yo la miré a ella, sonreí, por el momento, ya no era para tanto.

Corté un trozo del pavo y me lo llevé a la boca para probarlo, sabía bastante bien y por el aspecto y sabor parecía mejor que la comida que yo o mi padre hacíamos. Joshua preguntó cómo iba la escuela, dejé de Kenny explicara, yo no tenía mucho que contar. Las clases no me habían ido ni muy mal ni muy bien, estaba seguro de que había faltado a unas pocas menos que la mitad, pero sí que había faltado bastante a algunas.

— Supongo que todo va bien. —dije, mientras cortaba el pavo en trocitos pequeños para así no tener que cortarlo mientras iba comiendo. Kenny explicó la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, cuando Ted llevó el hipogrifo, y que se quemó el flequillo en Pociones, vaya, eso no lo sabía. Joshua y Susan rieron, yo no le vi la gracia, si a mí se me quemaba el pelo estaba seguro de que me echaría a llorar al ver el destrozo. Hatchi comenzó a ladrar, el momento que esperaba había llegado, quería comida, y no pararía hasta conseguirla.

Susan dijo que tenía una perrita y que cuando quería algo hacía lo mismo, reí un poco y comí un trozo de pavo. Preguntó si creíamos que le gustaría el pavo, tragué mientras Kenny contestaba. Dijo que el perro era más mío que suyo, pero yo lo tenía planteado al revés. Ella solía quedárselo más noches, enseñarle a hacer la croqueta y esas cosas. Ese perro se lo comía todo, lo que estuviese bueno y malo, las zapatillas, el plástico, la comida, incluso la basura si pillaba. A veces parecía un muerto de hambre.

— Puedes darle todo lo que quieras, se lo come absolutamente todo. —dije, mirando a Susan, la cual estaba atenta a Hatchi, hasta que escuché la pregunta de Joshua con mi nombre incorporado. Lo miré mientras hablaba y yo pinchaba un trozo de pavo con el tenedor. Había metido el dedo en una herida profunda con esa pregunta, literalmente, claro. No tenía la menor idea de lo que podía hacer, pero decírselo no era muy buena idea. Tendría que tener algo claro. ¿Qué padre quería que su hija tuviese un novio que no tenía ni puñetera idea de lo que hacer?

— Pues realmente todavía no lo sé... Siempre he tenido la idea de ser profesor, pero creo que no me encaja del todo. —de pequeño me quedaba un buen rato de las clases pensando en que los profesores, la mayoría de las veces, eran respetados y tenían buen trabajo. Claro, en ese entonces no tenía ni remota idea de que iba a ir a Dumstrang y que luego me cambiaría a Hogwarts. Como era una persona mil veces mejor hacía años atrás, la idea de ser profesor me quedaba, pero teniendo en cuenta que había cambiado y me había convertido en un borde sin paciencia...

Lo que más me preocupaba de graduarme era dejar a Kenadee sola, o casi sola, Katt, Alice, Dae, yo, y bastantes otros de los que tenía entendido que eran sus amigos se iban, quedaba Murtagh, que era el que más me preocupaba. Odiaba a ese chico con todo mi alma, y como volviera a hacer alguna tontería como las que hacía relacionada con Kenadee, le iban a faltar dientes. Tenía un curso por delante para pegarle un par de golpes si realmente se los merecía. Tenía miedo de estar en casa o en cualquier sitio, después de graduarme, y un día cualquiera recibir una lechuza suya diciendo que ya no quería saber de mí porque había conocido a otro. Estaba seguro de que sería bastante... Patético.

El padre de Kenny preguntó mi casa, y dijo que siempre quiso estar en Ravenclaw, pero que lo colocaron en Gryffindor, añadiendo que habían grandes personas. Y tanto que las había. En Gryffindor estaban mis mejores amigas y algún que otro amigo por ahí, tenía a mi prima, a mi pareja... En Gryffindor todos eran muy buenas personas, o al menos la mayoría. Había de todo un poco, y eso era bueno. Yo siempre me había sentido excluido en el colegio por mi aspecto tan... Occidental.

Bebí un poco de mi zumo mientras Susan hablaba, no quería interrumpirla, y realmente se me fueron las dudas; la novia de Joshua sí tenía que ver con la magia, eso era bueno, así no habría que tener secretos, por parte de Joshua. Un muggle se quedaría bastante pasmado sabiendo que una persona que conoce hace magia y que desaparece durante todo un curso. Con mucha gente que conocía de mi pueblo había pasado, pero ellos ya me excluían porque era del barrio malo.

— Estoy en Ravenclaw, al principio no me gustaba la idea, pero acabé acostumbrándome. Mi padre cuando se enteró dijo que estaba orgulloso, porque él también le había tocado esa casa y bueno... Esas cosas. —si lo pensaba bien, tenía claro que mi madre había estado en Gryffindor, y teniendo en cuenta que mi padre había estado en la misma casa que yo, Kenadee y yo éramos como mis padres. Me pareció curioso, pero las coincidencias existían. Sólo había salido con dos personas en Hogwarts y ambas habían sido de Gryffindor.

— ¿Y Hatchi? —me pareció raro no escuchar los ladridos de Hatchi, bien que ya le habían dado comida, pero no solía parar de ladrar hasta que todo lo comestible desapareciera, así que me extrañó muchísimo. Miré por los lados para ver si lo veía, y tampoco podía hacer mucho para ver dónde estaba y qué hacía. Temía lo peor, no estaba adiestrado del todo y no quería que pasara nada con algún mueble.

Dijo que estaba ahí, durmiendo, y yo sonreí. Al menos no estaba haciendo ruido, ni rompiendo nada, aunque siendo tan pequeño lo único que podía hacer era llegar a tirar un jarrón o romper algún que otro cristal con sus patas, y no quería un Hatchi herido y echando sangre por la pata en toda la casa. La sangre no era nada fácil de limpiar. Todavía me quedaba un poco de mi pavo para cuando Kenadee terminó el suyo, y le preguntó a su padre y a Susan qué harían por la noche.

Depende de cómo lo miraras, habría una respuesta medio obvia escondida, pero él sólo dijo que iría a casa de Susan, que su familia estaba allí y que esperaba que no nos importara. No lo entendí bien, hasta que miré a Kenny y vi sus mejillas rojas. Casi me atragantaba con el trozo penúltimo trozo de pavo. Una idea genial, las indirectas entre padre e hija con ese tipo de sentido eran sencillamente geniales, siendo totalmente sarcástico. Me sentí un poco observado en cuanto Joshua dijo que tenía que decirnos algo.

Podría esperarme cualquier cosa, no pensé en nada específico, sólo esperé a que lo dijeran, sentí la mano de Kenny agarrar mi muslo, haciendo algo de presión, pero no me importó, intenté buscar su mano con la mía, pero no llegaba sin disimular, así que lo dejé. Esperó un momento y nos comunicó a ambos que iban a casarse. Mi pareja apretó un poco mi muslo y me hizo un poco de sensación a pellizco, soltó mi muslo y la miré, un poco sorprendido. Ella estaba incluso más que yo. No podía sorprenderme mucho, no los conocía y lo único que quise decir fue “enhorabuena”, pero al ver la expresión de Kenny, no tuve el valor de decirlo.

Me preocupé por ella, dijo que algo le había sentado mal y que si la disculpábamos un momento, no sabía qué hacer en ese momento, miré a Susan y el Jefe, obviamente eso les habría tomado un poco por sorpresa. No entendía la reacción de Kenny, y al parecer por el haber movido la silla Hatchi se había despertado, porque una bolita de pelo pequeña caminaba un poco rápido, tropezándose, hacia las escaleras. No podía dejarla sola, realmente estaba preocupado, no era normal que alguien actuara de esa manera por algo tan normal.

— Eh... Si me disculpáis un momento... —me levanté y fui hacia las escaleras, las subí y llegué a la habitación, pero como no la veía opté que estaba en el baño. La bolita de pelo se había quedado atrás, pero a los segundos apareció por la puerta, ladrando un poco. Me acerqué a la puerta y la piqué un poco, había un apoyo en la puerta, por lo tanto, no podía entrar. No era posible que eso pudiese afectarle tanto. — ¿Cariño? ¿Estás bien? —Hatchi se acercó lentamente a la puerta y la arañó un poco con sus uñitas, mientras hacía un ruido como de pena.

Por mucho que pensaba no podía entender por qué se ponía de esa manera, ya no me imaginaba si en algún momento yo le pidiera matrimonio si es que llegábamos lo suficientemente lejos, si reaccionaba de la misma manera sería un poco, por no decir bastante, extraño, uno cualquiera pensaría que eso sería un no, pero ella me había dejado claro varias veces que era injusto que yo decidiera cuándo pedírselo, porque sería sorpresa para ella, pero no para mí. La cantidad de veces que me afirmaría la petición sería de dos mil en una décima de segundo. Exagerando.

— Kenny please... No creo que sea para tanto, ¿qué pasa? —hablé lo suficientemente alto por si no me había escuchado la primera vez, debía ser bastante difícil escuchar tras un montón de madera en plancha. No podía abrir la puerta y eso me frustraba, ella estaba ahí dentro haciendo a saber qué, pensando o lo que fuera, pero estaba apoyada en la pared y eso me impedía entrar, por lo tanto, me dio la impresión de que no quería que viera lo que estaba haciendo o cualquier cosa así.

Todo era tan confuso, yo realmente me alegraría si mi padre algún día me dijera que iba a casarse con alguien, pero él siempre negaba; decía que si se fijaba en otra chica habrían dos puntos negativos, el primero, que él era minusválido y apenas podía levantarse de la silla de ruedas, por lo tanto, no harían lo que se suponía que las parejas hacían, y el segundo, que él sabía que Trisha seguía viviendo. Pero claro, no podía decir que eso fuera cierto. Ella vivía, sí, pero en nuestros corazones, no físicamente. Muchas veces ni recordaba cómo era.

Mi padre había tenido una vida muy dura, varios años antes de que yo naciera a mi madre se le había muerto una hija, así que a los años decidieron que podrían volver a intentarlo. Nací yo, luego, mis hermanas... Las cuales se llevaron a mi madre, a veces, les tenía un poco de rencor por eso. Yo había sido muy problemático siempre, no obedecía, me costaba no meterme en problemas... Luego el accidente, el que dejó a Yasir sin una pierna... Horrible. Yo no quería eso, él era muy fuerte, porque más de una vez me había dicho que si se moría, quería que cuidase a mis hermanas pero... No era tan fácil.

Pero con Kenny todo debía ser diferente. No había llegado a conocer a su madre, y por lo que tenía entendido, nunca había estado con alguna mujer. Se apartó de la puerta y pude abrirla, con cuidado de no darle un golpe, Hatchi entró y se resfregó contra su pierna, dándole cariño. Se acercó a mí y me abrazó, escondiendo su cabeza en mi hombro. La abracé fuerte, no debía ser fácil para ella, sabía que tenía ganas de que su padre rehiciera su vida, pero llegar hasta ése punto... Lo último que ella querría sería que su padre la reemplazara.

Dijo que no sabía que pasaba, que no lo esperaba y le tomó por sorpresa. Obviamente le había tomado por sorpresa. Si ya lo supiera, no habría pasado nada de eso. Besé su cabeza y me miró a los ojos, diciendo que si creía que exageraba. Asentí levemente e hice el signo de pocito en la mano, haciendo una pequeña mueca. Estaba segurísimo de que su padre estaría desesperándose, y sería lo más normal del mundo. Si mi hija saliese así del salón, en medio de la cena, cuando le dijera que iba a casarme... Me dolería.


— Sólo un poco... Pero tú tienes tus razones para ponerte así. —le acaricié la mejilla. — Si tu padre va a casarse, será porque él ha decidido que es lo mejor. Si cree que Susan es la segunda indicada... —segunda indicada, a lo mejor no debía haber dicho eso. Tomó mis manos y dijo que sería mejor que bajásemos, que ya lo hablaríamos luego, asentí y se acercó para besarme. Me hizo un poco de gracia, con los tacones no tenía por qué ponerse de puntillas, llegaba más o menos a mi altura. A veces odiaba ser tan alto.

La guié por la habitación y el pasillo hasta que llegamos al comedor, la miré y luego giré a ver a la pareja que todavía estaba sentada en la mesa, con expresión preocupada. Me senté de nuevo en mi sitio y Kenny dijo que se alegraba. La miré y sonreí. Ellos parecían felices juntos, por lo que había llegado a ver por el rato que llevaba en la casa, y eso era lo que más importaba. Si tú no eras feliz con una persona, ¿por qué estabas con ella? ¿Para hacer ilusiones? ¿Utilizarla?

— Enhorabuena. —los miré a ambos, utilizar la palabra matrimonio le daba a todo mucha seriedad, o al menos, así me lo tomaba yo. Susan propuso ir a por el postre, que cuanto antes termináramos, antes se darían los regalos. Reí un poco, regalos, regalos... No sabía si lo que había conseguido para Kenny sería lo adecuado, pero me había costado bastante conseguirlo, y más que nada gracias a mi padre, al cual con ese regalo le debía tres meses de verano sin tener que cuidar de sus hijas. Genial. Tanto Kenny como yo habíamos conseguido un par de regalos para los dos.

Más que nada le había dicho que ella mirara, porque no conocía a su padre, ni sus gustos, además, tampoco sabía muy bien qué era lo que se le podría regalar a una mujer que no conocía, teniendo en cuenta que no tenía ni remota idea de nada sobre ella. Volví a mirar a Kenadee, pero un poco disimulado, si lo pensaba bien, todo lo que sentía por ella era muy fuerte, lo tenía clarísimo, y ambos sabíamos que en cualquier momento, el cual esperaba que fuese una ocasión especial, sería capaz de pedirle matrimonio. Pero la idea de ser tan jóvenes todavía, hacía que tuviese que pensármelo mejor, en cualquier momento podríamos picarnos de verdad, y las bodas no eran baratas para casarse un día y al siguiente separarse.

En cuanto miré hacia el plato ya estaba el postre servido, tarta de chocolate. Me encantaba, me había acostumbrado a comerlo a casi todas horas y más todavía después de intentar dejar de fumar. Era difícil y, como sustituía los cigarros, había pasado a tener un poco más de peso encima, y eso era frustrante. Sin embargo, efectivo, porque ayudaba bastante. Toda la mesa estaba llena de comida dulce, si hubiese estado solo se me habría caído la baba hasta el suelo.

Estuvimos hablando bastante, comiendo, no había estado tan callado como antes, pero tampoco podría decirse que hubiese sido una cotorra. Estaba medio lleno, tanto dulce, galleta, pastel, chocolate, virutas y esas cosas harían que por la mañana del día siguiente no me sintiera bien, lo tenía asimiladísimo. Sentí la mano de Kenny tomar la mía bajo la mesa, la miré y sonreí. Su padre me había estado explicando a qué se dedicaba, una charla larga, sí, pero interesante. El día que yo escuchara a mi padre hablar de lo que trabajaba...

Se recogió la mesa con un simple movimiento de varita. Supuse que era el mismo encantamiento que mi padre utilizaba sólo cuando realmente lo necesitaba. Por todo lo demás, siempre teníamos que hacer las cosas nosotros mismos. Susan y Joshua subieron por las escaleras, y me iba a levantar para traer los otros, pero Kenny se me adelantó, como el noventa por ciento de las veces, y bajó los regalos con un hechizo. No pude evitar reír cuando vi que uno de los regalos le dió en la cara.

Nos sentamos en el suelo al lado de la chimenea. Hatchi se acurrucó al lado del fuego y se quedo mirándonos un buen rato. Regalos, regalos, reeegaaaaaalos, definitivamente, no estaba nada acostumbrado a eso. Sólo recibía por parte de mis hermanas y ya. Ese año de bastante más gente. Kenny sugirió de comenzar, me puse un poco nervioso, vale que ella había sido más la encargada de escoger los regalos, pero también me preocupaba que no fueran de su agrado. Entregó los paquetes y apoyó su cabeza en mi hombro, la abracé por el mismo y la acerqué un poco a mí.

Me hizo gracia ver a su padre desenvolver el regalo como Waliyha lo había echo el mismo día que había recibido su primer regalo por mi parte, tirando los papeles al suelo, miré a Hatchi, que parecía querer correr a por el papel para comérselo. Joshua agradeció, pero añadió que era carísimo. Dinero, todo el mundo iba centrado en eso, si no tenías dinero, no tenías nada... Era penoso, pero era un regalo, y teniendo en cuenta que eso no era nada comparado con uno de los regalos que tenía para Kenadee...

Se puso la bufanda que iba con el tintero y la pluma, Susan también agradeció, sonreí, al menos parecía que les gustaba. Mi compañera había acertado completamente. Era la hora de que ambos recibiésemos los regalos, Susan nos entregó dos paquetes a cada uno, uno blandito y otro más duro. Comencé a abrir el blando primero, tranquilamente, intentando no romper mucho el papel, hasta que me cansé y me dió igual romperlo o no. Era un jersey gris, con letras en medio, pero como no llevaba las gafas puestas, leer no se me hacía muy fácil, aunque fueran grandes. No quise entrecerrar los ojos para verlo, porque ponía cara de idiota.

Dejé el jersey medio bien doblado encima de mi muslo y abrí el otro, unas gafas de sol. Sonreí y reí un poco, habían acertado ellos también. Las últimas me habían desaparecido y me di cuenta ese mismo día, cuando no las encontraba para dejarlas en la maleta. Pero tampoco habían sido caras, así que me daba igual haberlas perdido. Miré a Susan y el Jefe, sabía que agradecer era poco, pero no podía hacer mucho más. Pensé en levantarme y abrazarlos, pero me preocupaba el echo de que se lo tomaran como si fuese una persona que realmente tomaba confianza rápido...

— Gracias. Me encantan. —volví a sonreír y miré a Hatchi, el cual también tenía regalo. Yo ya se lo había dado por la mañana, era un hueso de goma que hacía ruido cuando lo mordías. Estaba seguro de que con la cantidad de cosas que esa pequeña bola de pelo, ni lo usaría, pero en fin, así eran los perros. No tomaban importancia a los regalos porque no sabían el significado de ellos. Estaba jugueteando con los papeles rotos. Reí en cuanto vi que el pequeñajo no podía abrir el regalo, así que me puse a ayudarlo. Era la camita, así ya no tendría que dormir encima de mis piernas prohibiéndome que me moviera.

— Que rápido se acostumbra a todo éste perro... —todo iba sobre ruedas, comenzó a girar alrededor de la cama, luego dentro, hasta que se estiró e incluso bostezó. Estaba seguro de que estaba cansado, entre el viaje, la comida, bajar y subir escaleras más altas que él... Yo también lo estaba, no había dormido mucho por la noche, en el tren recuperé un rato de energía... Pero luego los nervios y eso, además, tenía que escribir a mi familia para que supieran que seguía vivo...

La pequeña bola de pelo se estaba quedando dormida, pero Kenny la tomó en brazos y se levantó mirándome y diciendo que debíamos sacarle a pasear. Asentí y escuché que Joshua decía que ya tenían que irse. Ella me dio un beso rápido y me pasó a Hatchi, el cual lo cogí en brazos con cuidado y comencé a molestarle un poco y me acabó lamiendo la mejilla, por lo que lo dejé en el suelo y comenzó a dar vueltas, persiguiéndose la cola. Reí y los tres bajaron por las escaleras, Kenny me entregó el abrigo y los guantes.

— Merci. —le agradecí comenzando a ponerme el abrigo y a abrochármelo, era de noche, estaba todo nevado y seguro que haría muchísimo frío fuera, por lo tanto tenía que tener cuidado o me resfriaría. Me puse los guantes mientras Hatchi iba feliz por tener ya la correa puesta. Los prometidos estaban en la puerta, agarré fuerte la cuerda de cuero que sujetaba a Hatchi y me di la mano con mi compañera para comenzar a salir por la puerta. Sí, efectivamente, todo estaba más nevado que antes y la nieve hacía un ruido gracioso al pisarla.

Joshua sacó su coche y nos deseó una buena noche. No pude evitar pensar en que realmente ibamos a tener una noche bastante buena. Además, nos advirtió que tuviésemos cuidado con Hatchi. Me quedé mirando al bicho con la correa puesta hasta que volví a escuchar la voz del Jefe, diciendo que estaba encantado de conocerme. Sonreí y estreché su mano, sin duda alguna, ya se me habían ido la mayoría de los nervios. Conocerles no había sido tan martirizante como realmente había podido imaginarme. Yo y mi imaginación.

— Yo también estoy encantado de conocerte por fin, Joshua. —me despedí de ambos con la mano, el coche arrancó y Hatchi casi comenzó a correr tras él. Pobrecillo, para él todo eso sería poco común verlo, teniendo en cuenta que veía cada mucho tiempo los coches y todo eso. Me despisté un poco de lo que hacía esa bola de pelo porque Kenny me abrazó y me dejó un beso en los labios. La miré un momento y le mordí suavemente el labio inferior.

Comentó que ya estábamos solos, yo sonreí, al igual que ella, estaríamos solos durante un día entero, o casi solos, con Hatchi, pero como él no molestaba era como si no estuviera. Sólo cuando tenía hambre y comenzaba a ladrar, o a arañar las ventanas, o a morder cosas... Tenía miedo de que Joshua llegara a casa de nuevo y viera que el cachorro había roto algo, no sería problema llegar a pagar los destrozos, pero no era muy buena idea que hiciera algo parecido.

— Sí, al menos se me han ido los nervios... —volvimos a agarrarnos de la mano para comenzar a caminar por la calle completamente vacía, con Hatchi al lado, sujetado con la correa para que no se fuera corriendo, o al menos, intentándolo. Estaba todo muy oscuro, las farolas y las luces de decoración Navideña por las casas eran lo único que iluminaban la acera, incluso los fanales de algunos coches que pasaban con lentitud. No pasaba prácticamente nadie y eso daba algo de miedo.

Yo realmente caminaba sin rumbo, no me conocía esa parte de Londres, pero sabía que no debía quedar muy lejos de la casa que yo tenía, pero tampoco muy cerca. Miré hacia el cielo, todo nublado, no se podía ver la luna, y de verdad lo agradecía. Sentía que mi estómago se revolvía cada vez que la veía casi llena, al menos, desde que sabía lo que Kenadee era. Su humor cambiaba, ella misma había tenido miedo de que la viera en forma de loba...

Kenny me agarró el brazo y apoyó su cabeza en mi hombro, sonreí y apoyé un poco la mía en la suya. Me preguntó si estaba cansado, y que si quería podíamos dormir en cuanto llegásemos de nuevo a casa, pero que antes tenía que darme los regalos. Reí y en cuanto ella me dio el beso yo volví a acercarme para darle otro, el cual fue pequeño también. La caminata no se hacía aburrida, pero el frío era tremendo y estaba segurísimo de que tendría la cara completamente roja. Comenzó a hacerme un montón de preguntas y reí un poco, mientras Hatchi seguía arrastrando, sin mucho éxito.

— No, no estoy cansado, pero si tú lo estás después de los regalos podemos ir a dormir directamente. —torcí levemente el morro, esa idea no me acababa de gustar del todo, teníamos todo el día entero solos y podríamos hacer cualquier cosa menos dormir. — Sí, todo lo de la cena estaba muy bueno, los regalos me han gustado y me alegro de que te haya pedido consejo, es muy difícil escoger regalos para alguien que no conoces... —luego preguntó si ya había felicitado a mis hermanas y a mi padre, y que me acordara de mandarles saludos de su parte. Encogí un poco mis hombros.

— Sólo a mis hermanas, que son las únicas, a parte de mi, que celebramos la Navidad. Cosas de la religión esta que tenemos que seguir... Pero bueno, les mandé ayer por la mañana una lechuza diciendo que como seguramente me daría pereza mandarla después felicitándolas... Y sí, mandé saludos. —seguí caminando lento con Hatchi de la correa en cuanto me soltó la mano. Realmente me sorprendí cuando sentí un frío más intenso que el del viento justo en la cabeza, un poco de nieve cayó por dentro de la chaqueta y sí, estaba muy fría. Me giré rápido, sacudiéndome el pelo para quitar la nieve. ¿Todavía pensaba que iba a creerme su cara de inocente cuando de eso no tenía nada?

Entrecerré un poco mis ojos e hinché las mejillas de aire. Me agaché para recoger un montoncito de nieve, hacer un intento de bola y lanzársela, pero sólo le rocé un poco el hombro de la chaqueta. Hatchi estaba empujando una pequeña montañita de nieve que había, o al menos lo intentaba. Me volví a agachar para hacer otra bolita y esta vez dejarla caer sobre Hatchi, el cual al recibirla sólo se sacudió y me miró. Tenía todo el morro lleno de nieve y no pude evitar reír. No quería recibir otro bolazo de nieve en la cabeza, así que me puse la capucha de la chaqueta, me acerqué a Kenny y le refregué el guante con copitos de nieve pegados por el pelo, para luego abrazarla fuerte.

Si tenía que ser totalmente franco, no sabía qué era lo que había echo que cambiara de llevarme terriblemente fatal con ella, de insultarnos, pegarnos, dejarnos moretones en todos lados y de tirarnos cualquier cosa que viéramos a querernos tanto, desde un principio quise negarlo, porque sabía que era una tontería, que yo siendo tan egocéntrico, borde, vago, que parecía que nada me importaba, pudiera llegar a gustarle. Se me hizo raro decirle el primer "te quiero", recordaba ese día, nisiquiera sabía por qué lo había dicho, simplemente me salió y fin, ella también dijo lo mismo... Estaba algo confuso, no era normal lo que pasaba entre nosotros.