Vacaciones al fin [Zayn Malik [+18 (?)]]

Se enganchó a mi cuello y me besó, sentí que el vello de mis brazos se erizaba un poco y la piel se me ponía levemente de gallina, correspondí el beso de manera inmediata, y en cuanto ella se aferró más a mí la abracé por la cintura, atrayéndola un poco más a mí. La necesitaba más de lo que nunca podía haber necesitado a otra persona, con solo una mirada podía llegar a volverme prácticamente loco, ella lo sabía y podría usarlo en mi contra en cualquier momento. Cada beso, abrazo, me hacían sentir seguro, querido y la persona más feliz del universo entero.

No sabía si agradecer o maldecir cuando se separó, mordí mi labio suavemente, de verdad tenía ganas de que llegáramos a casa, nos entregáramos los regalos y poder estar como estaba seguro que ambos queríamos. Respiré hondo intentando relajarme, no podía lanzarme a ella directamente, por muchas ganas que tuviera. Pero en el fondo, si pasaba algo, quería que fuese más especial que las demás veces, no quería que ella se sintiera utilizada, sino querida, como de verdad se merecía. Era tan difícil para mí poder controlarme y ser tranquilo con ella...

Los ladridos de Hatchi, lentos, seguidos del bostezo, demostraron que él estaba muy cansado. Todo el viaje dando la lata, metido en un trasportín incómodo, pequeño, en el que no se podía dormir cómodamente, y nisiquiera le habíamos dejado dormir cinco minutos. Kenna dedució que Hatchi quería volver a casa y estrenar su cama, y luego se agachó para preguntarle si quería volver a casa. Reí un poco, esas pequeñas frases hacían que me sintiera como un padre, tener que cuidar del cachorro como si fuese un hijo... Aunque claro, a uno de verdad, se le tenía que dar más atención, era más trabajo pero realmente valía la pena.

— Volvamos entonces, a ver si alguno de los tres nos vamos a resfriar... —tomé de la mano a mi compañera y caminamos un poco lento hacia casa. De nuevo, me dejé guiar por ella, debido a que yo seguro me perdería. Habíamos salido ese mismo día de Hogwarts y ya echaba de menos a mi prima Dae y a los demás, pero tendría que acostumbrarme. Tampoco sería mucho tiempo sin verles. Suspiré, recordando que el día dos de enero se acababan las vacaciones y teníamos que volver al castillo. Llegamos al porche y comenzamos a sacudir un poco la ropa para no dejar el suelo de la casa lleno de nieve.

En cuanto la puerta se abrió, Hatchi corrió torpemente hacia donde estaba su cama, se puso encima de la cama y estaba segurísimo de que se habría dormido en cuestión de segundos. Estiré un poco mis brazos y me troné los dedos, antes de quitarme el abrigo y dejarlo en el perchero, al igual que Kenny. La miré en cuanto habló y reí, era verdad que no iba muy conjuntada, por no decir que el vestido y las botas de agua no quedaban para nada bien, aunque yo tampoco podía decir nada, muchas veces me vestía de maneras que nadie podría imaginarse, no le echaba mucha importancia...

— Sí, sexy siempre, en pijama, recién despierta, con o sin maquillar, disfrazada de mamá Noela... —reí, lo que decía era realmente cierto, o al menos, en mi parecer sí lo era. Comenzó a subir las escaleras y yo le eché un último vistazo a Hatchi, el cual ya dormía. Sonreí levemente y caminé por las elevaciones, hasta llegar a su cuarto. Estaba tirada en la cama, diciendo que había echado de menos esa cama durante la estancia en Hogwarts. La comprendía totalmente, me había pasado exactamente lo mismo con la que tenía yo en mi casa, porque si tenía que decir la de casa de mi padre, realmente prefería dormir en el suelo...

Me senté en el borde de la cama, y me hizo la pregunta especial, me encogí de hombros de nuevo, si ella estaba cansada, que se lo veía un poco, los regalos y todo lo demás podían esperar, no me importaba, prefería que ella estuviese bien y no cansada. El viaje había sido tan largo y aburrido... Aunque había dormido seguramente más de la mitad, al fin y al cabo, lo que más hacía en todo el día era dormir. ¿Qué más daba? Dijo que si podía esperar que recuperara el aliento me los daba todos, mientras se acomodaba en la cama, asentí levemente y me dio bastante pereza levantarme.

— Ganas tengo, pero si estás cansada podemos darlos mañana, sabes que a mí no me importa. —me acabé levantando y me acerqué a mi maleta, la cual estaba en un rinconcito de la habitación, justo donde la había dejado al llegar, y pensar que había estado tan nervioso... — En fin, comienzo yo, ¿vale? Tengo dos, pero uno de ellos prefiero dártelo después de los tuyos... —me senté justo en frente de la maleta, si me agachaba para rebuscar acabaría con la espalda más destrozada de lo que ya la tenía. La abrí y comencé a rebuscar por todas partes, porque realmente no sabía dónde había metido el pequeño paquete con el regalo, y siquiera recordaba si en serio lo había puesto dentro.

Respiré de nuevo en cuanto lo encontré, metido en el mismo bolsillo en el que tenía las gafas, el más seguro para dejar cosas frágiles o que no hacía falta mucho para que hicieran "clap", y se rompieran. Me volví a levantar y fui hacia ella, sonriendo un poco. Conseguir el objeto que estaba dentro de la bolsa me había costado tener que pasar los tres meses de verano con mis hermanas en mi casa en Londres, iba a ser una tortura, tener dos adolescentes que sólo buscaban su ocio y eran bastante mimadas en casa durante tanto tiempo... Pero eran mis hermanas, así que se perdonaba. Noté que las manos me temblaban, no sabía si le iba a gustar el contenido de la bolsita de plástico, si le gustaba, había tenido suerte, sólo estaba seguro de que el segundo sí le iba a emocionar.

— Cierra los ojos, please. —esperé a que los cerrara y tragué saliva. Saqué el anillo de color dorado, agarré su mano izquierda con suavidad y lo encajé en su dedo meñique. No había sido fácil buscar uno que me convenciera, ni que se pudiese grabar algo, y mucho menos las dos cosas a la vez. En el interior del mismo estaba grabada la fecha en la que comenzamos a salir, era posible que le hiciera poca ilusión algo así parecido, pero a mí me había encantado y si ella decidiera llevarlo me alegraría. Tenía significado, contenía la fecha en la que todo comenzó, y según me había explicado mi padre, ese tipo de anillos se daban en Pakistán para demostrarle a una persona que la querías.

Spoiler:

Aunque lo que yo sentía por ella era mucho más que quererla. Yo lo sabía, ella también, ambos, ella sentía igual por mí, me lo había demostrado más de una vez, y yo en cambio no tenía ni remota idea de cómo hacer para demostrárselo. En un principio me arrepentía de haberla conocido, siempre nos peleábamos, insultábamos, y todo porque yo empecé mirándola con descaro el mismo día que la conocí, en el baño. No era el mismo, seguía siendo muy borde, una persona egocéntrica, pero había dejado bastantes cosas de lado; ya no sólo me preocupaba sólo por mí o mi familia, tenía gente que adoraba y agradecía bastante tenerla.

Su reacción, era lo que más me importaba en ese momento, esperaba que fuese buena, que no mirara con cara extraña, además, si todo iba bien, ella podía estar el tiempo que quisiera en mi casa mientras estaban mis hermanas, ya que había sitio de sobra, teniendo en cuenta que tenía habitación sólo para ellas, una para mí y otra en el ático, en la cual se dormía bastante bien. Ellas tenían ganas de conocerla, pero les decepcionaba saber que no podrían hasta el comenzamiento del verano, y si fuese al revés, también me pasaría lo mismo si tuviese que conocer a la pareja de Waliyha o Doniya. Quería la mayor protección para mis hermanas y tendría que saber rápidamente cómo era el chico, aunque sabía que mi opinión no contaba para nada entre ellas.

Miró hacia su mano y tragué saliva, a los pocos segundos me miró y se lanzó a abrazarme, diciendo que era perfecto, que le encantaba, sonreí y correspondí el abrazo. Dijo que comparado con mi regalo, el suyo era una tontería, alcé una ceja, si era de ella estaba seguro de que para mí no sería ninguna tontería. Se levantó de la cama para ir ella a por sus regalos, supuse, y me senté yo en la cama. Miré al techo hasta que se puso junto a mí, me dio un paquete grande y blandito, supuse que era ropa, y así era.

Saqué la sudadera del papel de regalo y en cuanto vi las letras que formaban "OBEY" podría jurar que el corazón se me salía del pecho. Tenía un montón de ropa con ese logo y seguramente ella lo habría notado, pero había acertado, porque sudaderas sólo me compraba en invierno y cada año tenían que ser diferentes, porque adelgazaba o engordaba y dejaban de irme bien y acababa gastando dinero para nada, pero daba igual.

Iba a abrazarla cuando puso una cajita en mi pierna, la abrí y realmente me pensé eso de que sus regalos eran menos que el mío. Iban dos y según veía había otro más, ella siempre menospreciando lo que me daba... Un anillo plateado, lo miré de manera atenta e inmediatamente vi las letras "Z&K", estaba segurísimo de que eso tendría que haber costado lo suyo y según tenía entendido no estaba muy para tirar cohetes. Lo encajé en mi dedo corazón, sonriéndole. Faltaba todavía el tercero, tenía ganas de achucharla y agradecerle ambos regalos, los tres si contábamos el que todavía faltaba, pero preferí reservarme para el último.

Me entregó el sobre y lo abrí lentamente y con cuidado, pesaba bastante, así que no eran papeles ni nada parecido. Saqué el objeto que estaba dentro, era una llave oscura y muy pesada, alcé una ceja y luego la miré, buscando alguna explicación de eso, porque si tenía que ser franco, no acababa de pillarlo.

"Es la llave de mi casa en Irlanda", con esa sola frase no pude evitar abrir muchísimo los ojos y de no ser porque estaba tranquilo me habría llevado las manos a la cabeza. Esa chica estaba bastante loca, podría haberme esperado cualquier cosa, hasta un tomatazo en la cara o un montón de nieve por debajo de la camiseta, pero eso, justamente, era algo que ni por un millón de años me esperaba. Sin rechistar, el anillo que le había entregado no era nada comparado con esos tres regalos suyos.

— ¿La llave? Ay madre mía... —seguía sin creérmelo. — Me emociona, es más, es genial, pero... No sé como reaccionar ahora mismo. —suspiré y la abracé fuerte. — Gracias, cariño, son geniales todos. No me esperaba el último ni por asomo pero es... Bueno, ya me entiendes. —ella sabía de sobras que como casi nunca agradecía nada de corazón se me hacía muy difícil encontrar las palabras o los gestos para agradecer a alguien. — Muchísimas gracias por todo, Kenny. —besé varias veces su mejilla, seguramente parecía que no estaba agradeciendo en serio.

Me volvía a tocar a mí. Como no sabía bien que regalarle, le había preguntado qué era lo que le haría ilusión, y lo único que dijo fue que quería que le tocase una canción con la guitarra y que de paso también la cantara. Me había repensado mil y una canciones, incluso le había preguntado, pero algunas o me costaban de cantar o me sentía incapaz de tocarlas con el instrumento sin hacerme daño con las cuerdas o equivocarme. Miré por última vez el anillo encajado en mi dedo corazón y dejé encima de la cama la llave, dentro del sobre y la sudadera.

— Espera un momentou. —alargué la U de la palabra y reí, mientras me levantaba e iba a por la guitarra. No podía negar que estaba poco seguro de que fuera a acordarme completamente de la canción, pero tenía que intentarlo. La saqué de la funda y la dejé encima de mi maleta, para volver a acercarme a la cama y sentarme en el rinconcito libre de la misma. La miré y me troné los dedos. Volví a mirar la guitarra y me mordí un poco el labio inferior, comenzando a mover las cuerdas con los dedos. Me aclaré la garganta y no tuve más remedio que comenzar a cantar.

ASKDJASD *_____________________*:

En medio de la canción me había equivocado en unas cuantas notas, por lo demás supuse que había estado más o menos bien, dejé de tocar la guitarra y suspiré. Podría haber cantado mejor e incluso no equivocarme, pero lo que más me extrañaba era que no se hubiese tirado encima mío a abrazarme en medio de la canción, dejé el instrumento en el suelo, apoyándola un poco contra el borde de la cama y la miré.

Se colocó encima de mis piernas, tomándome de las mejillas y apoyando su frente en la mía. Agradeció y reí un poco cuando dejó un montoncito de besos por todo mi rostro. Tampoco había sido para tanto, no me costaba para nada cantar o tocar la guitarra, estaba muy acostumbrado. Me preocupé un poco en cuanto dijo que estaba a punto de llorar. Siempre, o la mayoría de las veces, le pasaba lo mismo, pero siempre me preocupaba. Le acaricié suavemente la mejilla, habíamos terminado con los regalos, eso era bueno, ya podíamos dormir o hacer cualquier cosa. No se escuchaba a Hatchi ladrar, así que supuse que seguiría frito en su cama nueva.

Rodeó su cuello con mis brazos y me dio un beso pequeño, preguntando justo después de algo que hacer. No podía decirle directamente que quería utilizar esa cama para algo más que dormir, debía pensar en lo que ella quisiera o pensara, pero me lo dejó claro cuando comenzó a besar mi cuello. Me dio un escalofrío, me recorrió todo el cuerpo, siempre pasaba cuando me besaba por esa zona, era una sensación que realmente me encantaba que ella me la brindara. La tomé por los muslos, acercándola más a mí. Llevaba un vestido no muy largo, así que tenía un total acceso a sus muslos y pierna completa. Sentía sus besos por mi cuello y eso me daba cada vez más escalofríos, así que me acerqué a su oreja y la mordí suavemente.

— Podemos hacer todo lo que tú quieras... —susurré en su oído con un tono un poco sensual. Que ella me hiciera eso hacía que sintiera como una cerilla raspándose contra una pared, soltando chispas, hasta que finalmente se enciende. Mordí con cuidado el lóbulo de su oreja, todavía apretándola contra mi cuerpo. Comencé a subir y bajar mis manos lentamente por sus muslos, dejando el vestido arriba o abajo, dependiendo de dónde acariciara. Me alejé un poco para volver a acercarme al segundo, pero ésta vez comenzar a besar su mejilla y bajar lentamente por su cuello, dejando un rastro de pequeños besos. Lo mordí un poco, con cuidado de no hacerle daño.

Por mucho que lo pensara, todo se me hacía cada vez más extraño. El primer día que la vi y le dirigí la palabra, yo había sido la persona más descarada, egocéntrica, estúpida e infantil que pudiese haber habitado la Tierra entera. Todo por necesitar a alguien con quién meterme, a parte de los que ya estaba acostumbrado. Después de aquello, cada vez que nos veíamos nos lanzábamos insultos, muecas, incluso golpes. Aunque yo me los tomaba más a broma que nada, siempre acabábamos peleando por todo, y el día que estuvimos castigados durante doce horas enteras, porque Erick nos había visto peleando, fue el día más raro. Entre peleas, beso, ir al baño juntos, luego normal, y todo...

Le di un pequeño mordisco en el cuello, recordando el día después de haber estado por primera vez junto a ella por una noche, se había enfadado conmigo, no era tan una tontería como las otras veces, pero era normal que ella se preocupara. No recordaba cómo había comenzado a tener un gran puesto en mi vida, y las peleas, por pequeñas que fueran, acababan sentándome mal. Al rato siempre acabábamos cediendo alguno de los dos y habían disculpas, aunque horas o días después volvíamos a las andadas. No podía evitar querer saber el por qué había sido justamente ella, y no otra persona la que tenía que aparecer en el baño aquél día.

La necesitaba en ese momento como nunca antes había necesitado a cualquier otra persona, siempre me pasaba lo mismo, alguno de los dos o incluso ambos acabábamos perdiendo el control completo. Rozaba sus labios con los míos, diciendo que yo ya sabía lo que ella quería. Era muy cierto que lo sabía, que no se separara, que hiciera todo lo que estaba haciendo, se me hacía obvio. Yo no iba a pararlo, sería como un último regalo que nos daríamos mutuamente. Por cada segundo que ella acariciaba mi piel la cerilla iba soltando más chispas, y en cualquier momento se encendería completamente.

Ella bajaba y subía sus manos por mi espalda, la sensación era parecida a la primera vez que había tenido contacto con sus labios en Las Tres Escobas, por el castigo, pero era muchísimo más fuerte. Sus manos estaban bastante frías, por lo que cuando las metió por debajo de mi camiseta de cuadritos no pude evitar arquear la espalda un poco por reacción involuntaria, pegando mi pecho al suyo. Escuchaba su respiración, ya algo agitada, si seguíamos así no habría vuelta atrás, terminaríamos acabando lo que habíamos empezado. Y verdaderamente no quería que parasemos. Tenía ese día para aprovecharlo con ella y no quería desperdiciar ni un sólo segundo.

En cuanto comenzó a besarme intensamente fue el momento en el que la llama se encendió, y no iba a apagarse de forma fácil. Correspondí el beso, dentro de mí había una batalla entre el ser salvaje y tierno, pero de la manera en la que ella estaba actuando, la forma con la que me provocaba a seguir hacía que la segunda opción quedase atrás. Seguí acariciando sus muslos, esa vez haciendo un poco de presión en ellos, pero todavía pasando lento, desde las rodillas y subiendo sin prisas. El estar su cuerpo tan pegado al mío podía sentir su calor, y al menos el mío estaba ascendiendo rápidamente. Las caricias que ella me proporcionaba en la espalda, añadiendo los besos y mordiscos en el cuello eran, al menos para mí, muy excitantes.

Seguí subiendo mis manos, metiéndolas por el vestido que ya comenzaba a molestarme demasiado, acariciando cada rincón al cual tenía acceso de su suave piel. Respiré hondo, intentando relajarme un poco, o al menos no perder el control tan rápidamente, mientras seguía subiendo las manos por su cintura, hasta que empujó despacio mi camiseta, diciendo que había demasiada ropa. Sonreí con un sólo lado, deseoso de empezar lo que ambos llevábamos buscando ya unos minutos. Me separé un poco de ella para poder quitar mi camiseta y dejarla por ahí tirada. La giré un poco, estirándola en la cama y poniéndome encima de ella sin recargar mi peso en su cuerpo. No podía evitar quitar mi vista de sus ojos, me dejaban tonto la mayoría de las veces, y por eso me empanaba tanto cuando estaba con ella.

Volvió a posar su mano en mi nuca, pero esa vez me acercó a ella con fuerza, dejándome un pequeño beso y comenzar a bajar por mi cuello. Cada beso proporcionado hacía que ardiera más todavía, llevaba bastante tiempo queriendo tener la oportunidad de estar con ella fuera del castillo, de buen rollo, sin peleas ni nada que pudiera fastidiar nuestro día. Subió su pierna alrededor de mi cintura, haciendo que estuviera más pegado a ella. Un escalofrío recorrió toda mi espalda, de abajo hacia arriba. En cuanto mordió el lóbulo de mi oreja dejé escapar un pequeño suspiro, seguido de un pequeño mordisco en mi labio inferior. Ella sabía que era uno de mis puntos débiles, y sabía cómo utilizarlo contra mí.

El roce de sus labios contra mi piel lo único que hacía era volverme loco, estaba seguro de que no tardaría mucho en perder el control total sobre mí, había pasado tantas veces con ella que ya ni me extrañaba, de una forma u otra casi siempre lo conseguía, aunque yo me negara a mostrar esa parte de mí. Me miró y yo la miré a ella, no podía mantener mi mirada junto a la suya durante mucho tiempo, sus ojos eran capaces de hipnotizarme durante un buen rato, hacía muy poco que lo veía de esa manera, el primer día que la vi lo que más parecía destacar de ella, a parte de su gran torpeza, era el color de su iris. Conocía gente con colores parecidos, pero el suyo lo veía diferente, era más especial, bonito, el tono perla simplemente me encantaba.

Ni me di cuenta cuando la luz se apagó, miré por las paredes y las lámparas de la cama, iluminaban un poco la habitación. La poca luz que había hacía que no pudiese verla bien, pero sabía, por sólo mirarla, que ella tenía tantas ganas como yo en ese mismo momento. Se me hacía incómodo que hubiese tanta luz, en mi parecer la oscuridad era un ambiente mejor que la iluminación que anteriormente había. Subió la otra pierna para ponerla como la otra, haciendo que quedara más pegado y nuestros cuepos se rozaran, eso me calentaba más, iba a ser una noche que no volvería a repetirse en una buena cantidad de tiempo, o jamás si las cosas no iban tan bien como yo esperaba.

Buscó con sus labios los míos, para unirlos en otro intenso y duradero beso, no quería separarme de ella, se me haría difícil relajarme si ella decidía que quería parar. Correspondí ese beso, jugando con su lengua y atrayéndola más a mí y pegando ligeramente mi cadera a la suya. Lo único que nos separaba completamente eran unas cuantas prendas de ropa de las cuales me quería deshacer rápidamente, así que mientras el beso todavía duraba subí su vestido, lentamente, y sólo me separé de ella para poder respirar y quitarle el vestido del todo y dejarlo también por ahí. Tenía la respiración bastante agitada, tenía muchísimo calor y la deseaba cada vez más. Y ella, sólo ella, podía causar todo eso en mí en tan poco tiempo.

En cuanto le quité el vestido volvió a acercarme a ella para seguir besándome, fuera de lo que ya estaba acostumbrado a estar cerca de ella hacía frío, pensé en el pobre Hatchi, estaba abajo, sí, con toda esa mata de pelo encima, pero no quería que pillara un resfriadito o algo. Dejé de pensar en eso, no era el momento. Correspondía el beso con todas mis ganas, seguramente los dos estaríamos con los labios rojísimos. No me sorprendí mucho cuando giró para quedar encima de mi. En cuanto pegó su cadera a la mía me mordí el labio, estaba seguro de que ella ya podría notar lo excitado que estaba y las ganas que tenía de hacerla mía y yo ser suyo, una vez más.

Parecía saber todo lo que me enloquecía. Cuando ella tomaba el control de la situación era como saber que yo no hacía nada que pudiera molestarla o incomodarla, ella escogía que hacer o no, y todo lo que ella decidiera estaría bien para si misma, para mí, para ambos. Posó sus manos en mi pecho y la miré, entrelazando los dedos de mis manos en su cintura, apretándole un poco más la cintura contra la mía, hasta que me tiró los brazos hacia mi cabeza, acariciándolos. Cada beso y caricia que me proporcionaba me encendía más y más. Cerré los ojos, respirando agitadamente, disfrutando de todo lo que Kenadee me hacía.

Sentía sus manos bajar por mi cuerpo, desde los brazos, lentamente, hasta que sin darme cuenta ya estaban desabrochando mis pantalones. Se me tensó toda aquella zona en cuanto entró en contacto con el frío, aunque se pegó a mí de nuevo, con su pecho en el mío. Tenía muchas ganas de librarme de toda esa ropa, me molestaba tanto como a ella seguramente le estaría. En cuanto sentí sus uñas clavándose en mi pecho suspiré y me mordí el labio de nuevo, cuando me las clavaba, me arañaba, hacía cualquier cosa que implicara dejarme una marca temporal en el cuerpo, se me hacía muy excitante.

Me acerqué un poco a ella para comenzar a besarle el cuello y pasar suavemente mi mano por su espalda, llegando hasta el cierre de su sujetador, jugando con él, desabrochando un clip y volviendo a pasar los dedos por su espalda, todavía besando y mordiendo su cuello, comenzando a succionar un poco para dejarle una marca pequeña, subiendo de nuevo a terminar de desabrochar esa molesta prenda de ropa que ya terminaba de ponerme de los nervios. Lo retiré un poco, separándome un poco y agarrándole los pechos, comenzando a acariciarlos y apretarlos un poco fuerte, sin llegar a hacer daño.

Su suspiro en cuanto entré en contacto con su piel, acariciándole el pecho, me animó a hacer lo mismo con el otro, a apretarlo y acariciarlo con cuidado, intentando excitarla más mientras seguía con los besos y mordiscos en el cuello. Ella me arañaba, se pegaba más a mí, y antes de volver a separarse de mí para terminar de quitarme los pantalones me mordió el labio. Yo la miré mordiendo el interior de mi mejilla, estábamos iguales, lo único que quedaba separándonos eran dos prendas de ropa que en ese mismo momento sobraban incluso más que las demás.

Se me quedó mirándome un momento, yo la miré a ella y se sentó en mi cadera, mordí mi labio, alzando unos pocos centímetros mi cadera para sentirla más cerca. La necesitaba en ese mismo momento, ella ya lo habría notado y yo lo sentía desde hacía rato, debía aprender a controlar más mis emociones con ella, cualquier cosa que hiciera ya me excitaba y eso no me acababa de parecer adecuado. Sabía que quería provocarme y calentarme más de lo que ya estaba, el roce de sus labios con los míos, luego contra mi oreja, diciendo que era tan perfecto que le estaba costando mucho controlarse. Sonreí de lado. ¿Perfecto? ¿Yo?

— Ya más me gustaría ser perfecto... —sonreí con un sólo lado. — Me falta poco, pero todavía no llego, además, sabes que conmigo puedes perder el control... Aquí la perfecta eres tú, y deberías saberlo. —susurré, antes de que me dejara en los labios un beso tierno, lento, el cual correspondí. Al fin y al cabo, no todo era ser salvaje con ella, estaban nuestros momentos de diversión, enfados, en los que parecía que éramos tigres de lo salvajes que llegábamos a ser, y los tiernos, que era lo que sentía con ese beso.

Que una chica como ella merecía más un chico tierno, que uno como yo en algunos casos. Era un beso duradero, de no haber necesitado aire a los cuantos segundos después me habría echo quedarme mezclado en ese beso durante todo el tiempo que pudiera. La tomé por la nuca, atrayéndola más a mí, sin distanciarme ni un centímetro de sus labios, hasta que me separé y respiré, mirándola de nuevo a los ojos, acariciándole la nuca lentamente.

El tacto y la suavidad de sus labios rozando y provocando los míos, me hacían sentir una sensación que estaba seguro de que en la vida podría sentirla con una persona que no fuese ella. Estaba bastante perdido, tenía la pequeña impresión de que estaba siendo muy parado o quieto. Volvió a acercar sus labios a mi oreja, la cual besó un poco antes de susurrarme con esa voz que ya no era gritona o que ya no decía barbaridades, sino con la voz un poco temblorosa, seguramente porque estaba nerviosa, en un tono bajito. Todo el cariño que me brindaba, en público o privado, nunca podía agradecérselo como realmente quería, y eso me perturbaba.

Parecía no querer perder el control, no tan rápido, sonreí, todo se me hacía más normal cuando ella sabía a lo que íbamos y cuando no me arañaba tanto como para casi hacer que media espalda se me pelara en los días siguientes, pero seguía adorando cada momento en los que ella gritaba, me pedía más entre gemidos, y los arañazos que me decoraban un poco durante algo de tiempo. Podía sonar egoísta, de persona egocéntrica, pero en el fondo lo era, y muchas veces lo había sacado con ella. Recorría cada centímetro de mi piel con sus dedos, dedicándoles tiempo a todos y cada uno de ellos, sintiendo pequeños escalofríos.

Me tensé un poco en cuanto tiró del filo de mis bóxers y la miré, quería deshacerme de todo rastro de ropa que hubiese entre nosotros, para poder llegar a estar totalmente unidos de una vez, lo deseaba y necesitaba urgentemente. Casi que ni me di cuenta cuando metió la mano entre mi ropa interior, entrando en contacto con mi piel. Me estremecí completamente, su mano estaba muy fría, haciendo un gran contraste, yo sentía cómo ardía completamente tanto por dentro como por fuera, de forma literal, estaría seguro de que si me tocaba en cualquier rincón del cuerpo se quemaría.

Eché un suave y pequeño suspiro, parecía querer que me volviera un salvaje, al menos eso iba a pasar si seguía provocándome, brindándome besos intensos y acariciando sin piedad mi cuerpo. Mordí mi labio, mirando los suyos, y le di un beso rápido, bajando de nuevo por su cuello, lentamente, daba algún que otro mordisco. Mi respiración se agitaba cada vez más, siguiendo el camino de besos por su clavícula, bajando todavía más, hasta llegar a uno de sus pechos y besarlo con cuidado y tranquilidad, volviendo a acariciar otro. Estaba al borde de la locura, quería que esa noche ella disfrutara como nunca antes, y sabía que podía conseguirlo, costara lo que costara.

Metí su pezón en mi boca, succionando un poco, acariciándolo con la lengua, mientras el otro lo pellizcaba y estiraba un poco. Un tiempo atrás, lo último que habría imaginado que haría en mi vida era llegar a hacerlo con ella con amor, sabía que anteriormente podía tomármela como alguien más que satisfacía mis necesidades, pero terminé dándome cuenta de que estaba muy equivocado. Nunca lo habría llegado a pensar, estar en esa situación, con ella, fuera de la escuela, ambos solos, en su casa... Era extraño, y ya había admitido que lo que había entre nosotros, por mi parte al menos, era tensión sexual, por lo tanto, debía pedir perdón a todos aquellos que se lo había negado de forma borde, como solía hacer. Pero no lo iba a hacer.

Podía notar cómo se aferraba más a mí, mientras mantenía la boca un poco ocupada con ella. Dejó caer su cuerpo hacia atrás, lentamente, dejándome de nuevo encima y rodeó sus piernas en mi cintura, pegándome de nuevo a su cuerpo. Se entretenía pasando sus manos por mi pecho, cuello y espalda, estaba seguro de que no había rincón de la piel de mi pecho, espalda y cuello que ella no hubiese acariciado. Me quedé mirándola, mientras trazaba pequeños círculos por su estómago, descendiendo sin prisas y bajando un poco la ropa interior que le quedaba sin llegar a quitarla mucho.

Atrapó mis labios en otro beso, lo correspondí, manteniendo los ojos cerrados, sintiendo todas las caricias que me brindaba, mientras seguía bajando muy lentamente su ropa, subiéndola de nuevo a veces trazando más círculos con el dedo índice por aquella zona. Ella bajaba sus manos por mi espalda, hasta llegar a mis bóxers para comenzar a bajarlos un poco. Habíamos llegado hasta ese punto y nada nos pararía hasta que ambos dejáramos atrás toda la excitación que ambos sentíamos. Me costaba muchísimo entender cómo podíamos ser tan estúpidos los dos como para negar que lo que teníamos entre nosotros no era un simple montón de piques, sino algo más.

Ese algo que se transformó al poco tiempo en el primer beso juntos, su primera vez conmigo, en el primer "te quiero", muchas cosas que o ella no había echo o al revés. El saber que ella ya sentía algo por mí desde un principio y yo lo único que hacía era molestar, meterme con ella, demostrarle que lo que yo sentía era parecido al odio, aunque eso no fuera cierto... Me sentía muy, muy mal a veces por todo lo que le había echo en esos días en los que sólo pensaba en mí mismo y en mi egocentrismo. Esa chica me encantaba, no era un simple juguete para mí, era millones de veces más que eso, la persona que quería y estaba seguro de que iba a querer en mucho tiempo.

Me dolía la idea de tener que separarnos durante mucho tiempo por culpa de mi graduación, ya me costaba estar sin verla unos días, como para que encima tuviese que estar sin ella durante tres meses hasta Navidad de nuevo, y luego seis meses más hasta verano y poder estar de nuevo cerca, para poder abrazarla... Y nunca se me iba el miedo de que ella llegara y me dijera algo parecido a un "he conocido a otro". Me separé de sus labios, odiaba necesitar respirar en momentos como esos, ella era una adicción para mí, y una muy fuerte. No me gustaba para nada ser cursi y Kenny lo sabía, pero a veces no serlo me hacía pensar que no le demostraba que de verdad la quería.

— Y yo a ti... —susurré, sonriendo. Ella me quería. Yo la quería a ella. ¿Qué más podía pedir? Con ella ya tenía todo lo que quería y necesitaba, era feliz a su lado y casi siempre llevaba la sonrisa tonta al pensarlo. Me dejó un pequeño beso y la miré a los ojos de nuevo. Se me estaba haciendo demasiado difícil ser tranquilo en ese preciso momento. Volví a besarla, dándole un beso largo y lento, mientras volvía al trabajo de seguir bajándole la ropa interior, ésa vez ya hasta la mitad de los muslos, para seguir bajando sin prisas.