Harry Potter Tercera Generación
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Mensaje por Paulette E. Hamilthon Miér Ene 23, 2013 3:45 pm

Vacaciones. Vacaciones de Navidad. Vacaciones sola en la Mansión por que mis Padres habían decidido a última hora, irse a Italia a ver a la familia, olvidándose quizá, de que yo regresaba del colegio. Bueno de alguna forma era mi culpa por que no les mandé la lechuza avisándoles de que iba a estar en casa asi que simplemente me quedé unos días en casa totalmente sola y los elfos domésticos.

Comenzaba a aburrirme, estaba comenzando a pensar en que podía hacer para sacar toda la frustración y me dejé caer en uno de los sofás del salón verde, dejando mi mente en blanco, sin pensar en nada, simplemente intentando relajarme y tomé uno de los cojines, abrazandolo en mi regazo y mis ojos se giraron a ver uno de los retratos de la pared. Este salón, era el más conocido de la mansión por que aquí recidía la historia de la familia. Pinturas de Antepasados, podía verlos moverse, sentados o durmiendo y apenas sonreí.

-¿Aburrida, niña?- la pregunta me sobresaltó y me gire hacia uno de los cuadros grandes y la vi, una mujer sentada en una especie de trono, me miraba en una mezcla de arrogancia y ternura que pasaba al parecer por orgullo y satisfacción. La reconocí, era una de las viejas matriarcas de la Familia, Sophie Hamilthon y me levanté del sofá con algo de lentitud para acercarme al otro sofá cerca de ella y sentarme con pesadez.

-Si, algo… Mis Padres no están en la Mansión y pues no hay alguien aparte de mi y los elfos- pude ver su gesto, fue algo que no me agradó del todo, era un gesto despreciativo hacia los elfos, si bien yo no era una defensora de esas criaturas, eran seres vivos y me di cuenta de algo importante.

Yo había cambiado. Había cambiado demasiado ese año en Hogwarts. Ya no era la misma chica que mis padres habían educado para ser la perfecta sangre pura, ni tampoco me importaba tanto la naturaleza de la sangre de los que me rodeaban. Si bien todavía no soportaba a todos los SangreSucia que tenía cerca, tampoco era que a todos les llamase así. Cerré los ojos y me levanté del sofá pensando en las Leonas amigas de Katt Wells, pensé en Noah mi primo, en su… “amada” Jezabel y me detuve al darle la espalda al cuadro que comenzaba a decirme que era una maleducada, que en sus tiempos, se hacía una reverencia antes de salir de ese cuarto.

Me giré a ver el cuadro con aquella mirada aprendida de mi familia, arrogante, altanera, fría, indiferente. –En tus tiempos has dicho… ahora solo eres un cuadro Abuela Sophie, no tengo ni siquiera que escucharte - y regresé a salir a paso elegante, calmado pero a la vez furioso y me detuve frente a un espejo, mirándome a los ojos, tan claros como los de mi madre, el porte como el de mi padre y una punzada de temor se implantó en mi pecho.

Papá no era tan racista como me hacía creer en casa, ¿cierto?. Lo veía hablar con grandes Muggles, teníamos cosas muggles en casa, e incluso me había hecho el comentario de que no dejase que Albus se alejara de mi, que intentara aprender cosas muggles para mantener su amistad y fue cuando me di cuenta de que si, mi padre era el mismo de siempre. Mi padre odiaba a los muggles y a los sangre sucia.

Mi madre. Alice Hamilthon era otra historia, ella fue educada igualmente que mi padre y que yo pero no era tan racista a menos que fuese necesario, una sonrisa cruzó por mis labios, muchas veces mi madre parecía más Slytherin que Ravenclaw, era astuta, era alguien que medía fríamente a su marido y lo controlaba. Bien decían entre los libros de historia de mi familia. Los Hamilthon se rigen por un Matriarcado, siempre hemos sido las mujeres las que de alguna forma, mandamos en esta casa y en esta familia, aunque sabía que conmigo se perdería el apellido, a menos que mi padre consiguiera –como creía muy posible- convencer a aquel incauto con el que me quiera casar, a que abandone su apellido para adentrarse en este mundo. Con dinero y poder de por medio, seguramente lo lograrán.

Los matrimonios arreglados eran comunes aún en estos días, especialmente entre familias poderosas como la mía y me preguntaba si mi padre ya estaba eligiendo un prometido para mi, me entraba curiosidad el saber a quien mi padre podría haber elegido. Un sangre Pura por supuesto o quizá rompa un poco la tradición con un mestizo, al final de cuentas, los pocos sangre pura que hay, o ya están comprometidos o están en algún lugar del mundo. Me detuve a pensar en Derek y en Noctis, ambos sangre pura, ambos Slytherin, ambos eran candidatos idóneos para casarse conmigo, y sin embargo, ahora eran parte de una historia.

Caminé por los pasillos de la mansión hasta quedarme en el salón de lectura, donde por pura inercia, tomé un cuaderno y un bolígrafo, sonreí y recordé la primera vez que usé estos accesorios muggles que son útiles, la que me había enseñado, de alguna forma, había sido Anastasia. Aquella Ravenclaw que ahora podría considerar siquiera mi mejor amiga. Y pensativa, dejé que mi mano escribiera por si sola, para tener una carta lista.


Anastasia.
Estoy sola en la Mansión Hamilthon, mis padres volverán hasta después de que yo regrese al colegio, son un par de días pero quiero que vengas. Tengo la habitación de Invitados lista para que te instales y te quedes hasta el final de las vacaciones.
Cenaremos lo que se te venga en gana, los elfos están aburridos de cocinarme a mi sola, y no te preocupes, no vas a engordar. Peor no te puedes ver.
Te espero.
Paulette H.

Pd: Si no vienes, iré por ti, asi que no me hagas tomar medidas drásticas.

Terminé la carta y la leí un par de veces, me pregunté que cara haría cuando recibiera la carta, seguramente una de indignación, gritaría de pura frustración y me maldeciría al menos un par de veces antes de respirar y pensar que sería lo mejor que seguramente diría que prefiere venir a que tenga que ir yo a secuestrarla. Sabe que soy muy capaz.

Cuando dejé ir a la lechuza, me quedé pensativa mirando el horizonte, ¿realmente Ania era mi única amiga?. Me recargué en el barandal del balcón y miré hacia los arboles, tenía una especia de relación con Nero, pero no éramos tan allegados aun como “novios” formales, me la pasaba bien con él, me sentía cómoda y le quería a mi manera pero no había más.

Dominique Weasley también era mi amiga, pero ella estaría con su familia celebrando las fiestas, con su novio seguramente y siendo feliz de la vida, sin presiones y me pregunté como es que Dominique caería en la casa de las serpientes y sonreí al recordar lo que me dijo el sombrero al ponerme en la casa de Slytherin.

Valiente, apasionada pero al mismo tiempo, puedes ser cruel, despiadada. Tu mente es prodigiosa para poder planear y dirigir, tu vida está dirigida a la grandeza, a ser una persona importante, una mujer hermosa y deseada, pero tu vida estará llena de lágrimas, cuadros negros, pero tu astucia te hará salir, te hará una mujer casi perfecta. Estas destinada a hacer cosas grandiosas…

El viento golpeó mi rostro y me pregunté cuanto se tardaría Anastasia en venir, o si tendría que ir por ella por que no ha pasado el examen de aparición. Rodé los ojos de tan solo pensarlo.



Paulette E. Hamilthon
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Mensaje por Anastasia Baudelaire Jue Ene 24, 2013 12:47 pm

Navidad navidad, en la nieve y la arena, navidad navidad, en la tierra y el mar~

Aunque esta fiesta ya había pasado, el espiritu navideño aún se veía por las calles. Los negocios seguían con sus decoraciones acordes a la fecha, guirnaldas, árboles, inclusos figuras de Santa Claus que se movían al ritmo de una contagiosa melodía que salía de su interior. También en varias esquinas de las calles habían hombres disfrazados como el Padre de la Navidad, tocando una campana recolectando colectas de dinero para poder ayudar a los menos afortunados. Eso era lo que mas me gustaba, que en esta época, hasta la mas fría de las personas, sacaba su parte linda y amable. Para cualquier cosa, ya sea dedicarle una sonrisa a un familiar, o incluso acercarse a alguien con quien ha mantenido distancia por X motivo.

La nieve se arremolina en las calles, debido a los pequeños montones que hay formados gracias a las máquinas enormes que se dedican a limpiarlas y dejarlas aptas para la circulación de los automóviles. Algunas ráfagas de viento me sacuden el cabello que logra escaparse bajo el gorro de lana que llevo puesto. Una bufanda me cubre el cuello y cae a lo largo de mi cuerpo hasta llegar a la altura de mis caderas. Mis manos van protegidas por un par de guantes blancos, y por encima del pantalón que llevo sobresalen unas botas que mantienen mis pies abrigados del frío viento.

Camino lentamente por las calles abarrotadas de muggles, ya que al no tener nada que hacer, decidí salir a caminar para matar el tiempo. Quería encontrar algo con lo que entretenerme, tal vez comprar algún juego muggle, como las cartas y aprender a jugar durante los días que me quedan.

Si no fuera porque estoy acostumbrada a recibir cartas por medio de lechuzas me habría sobresaltado ver como una se acercaba y se posaba en mi hombro. A pesar de eso, no pude evitar notar la mirada curiosa de varios muggles puestas en mi. Me apresuré a desatar la nota que llevaba atada a la pata y le acaricié el cuello antes de que emprendiera vuelo nuevamente.

Me acerqué a una pared para poder leer la nota mas tranquila y no intentando evitar a los muggles que caminan como si no te vieran y por eso te llevan por delante. Mi espalda quedó recargada en un muro junto a un escaparate de una tienda, desdoblé la nota, y leyendo apenas la primera línea supe inmediatamente de quien se trataba: Paulette. Reconocí su caligrafía, y la manera de escribir tan... 'amistosa' refiriéndose a mi. Me invitaba a pasar los pocos días que quedaban de vacaciones junto a ella en su mansión, la Mansión Hamilthon.

Reflexioné unos segundos sopesando que hacer. Tampoco tenía demasiadas opciones; iba directo a la mansión, o esperaba sentada a que Paulette llegara hecha una furia a buscarme. Me divertiría verla molesta por el simple hecho de hacerla esperar, pero tampoco tenía mucho mas que hacer, por lo que decidí dirigirme hacia allí. Comencé a caminar mirando hacia todos lados en busca de algun callejón o algo asi en donde los muggles no me notaran. Como no encontré ninguno, me metí dentro de una tienda de ropa, sin prestar atención a los carteles de oferta que se encontraban por todos lados, tomé la primer prenda que encontré al alcance de mi mano y me encaminé hacia los probadores. Entré a uno y cerré la puerta, colgué la prenda que había tomado y pude ver que se trataba de un saco de hombre. Reí ante esto y me concentré en la mansión de Paulette, giré sobre mi misma y dejé que la oscuridad de la aparición me absorbiera por completo.

Cuando por fin me quedé quieta luego de ese mar de vueltas que conlleva el trasladarse de un lado a otro mediante magia, la luz inundó mis ojos y me tomé unos segundos para acostumbrarme a ella.

Lo admitía, la mansión era inmensa, pero demasiado grande para mi gusto. A mi en particular me gustaban mas las cosas pequeñas, donde no te perdieras al salir de una sala, como seguramente me pasaría allí dentro. Atravesé el jardín mirando en todas direcciones, luego de unos momentos caminando me encontré junto al lugar donde guardan los automóviles. Me sorprendió que, tratandose de la familia de Paulette amantes de la Sangre Pura y por lo que sabía, no muy encariñados con las cosas muggles, tuvieran automoviles. Pero bueno, siempre se descubría algo nuevo...

Busqué una puerta por la que pudiera entrar, cada vez que venía entraba por un lugar diferente. Cuando al fin encontré un lugar por el cual entrar, tomé el pestillo con mi mano y lo giré, gracias a Merlin estaba abierto, asique entré con paso decidido.

-¿Hola? ¿Paulette? Donde sea que estés, si me escuchás estoy por aquí...- hablé lo mas alto que pude, tal vez me escuchara algun elfo y me viniera a buscar. Comencé a caminar por la habitación en la que me encontraba, concentrándome en cada detalle.
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Mensaje por Paulette E. Hamilthon Vie Ene 25, 2013 4:02 pm

Me dirigí hacia uno de los salones, el que daba a la puerta principal, le llamábamos, el salón blanco, este salón era uno de los favoritos de mi madre, había demasiada luz y muchos tonos azules en contraste con el blanco inmaculado de las paredes y los muebles, era como entrar en la mente perversa de mi amada madre, te puede dar una hermosa vista inmaculada, elegante e incluso con toques Slytherin como era el reloj que estaba sobre el espejo, pero podías notar que entre esas cuatro paredes, algo se escondía, y era quizá lo que más me asustaba de mamá.

Cuando me senté en una de las sillas acolchadas, miré hacia la puerta principal de la mansión, esperaba – y rogaba- de que Anastasia recordara como aparecerse en mis terrenos y entrar por la puerta principal, y es que la pequeña Ravenclaw –sarcasmo- siempre solía llegar por las puertas menos inesperadas. Una vez había llegado justamente a la puerta de la cocina, los pobres Elfos Domésticos casi se mueren del susto de ver a Anastasia ahí.

No pude evitarlo y me burlé de ella al menos un mes, diciéndole que si necesitaba trabajo, no era necesario meterse en las filas de los Elfos Domésticos, podría hacer perfectamente el papel de mi asistente, la cara de indignación de Anastasia o la de molestia, era realmente gratificante. Sonreí sin poder evitarlo, a aquel recuerdo mientras cruzaba las piernas y apoyaba mi mentón sobre la mano, al mismo que el codo en el descanso del sofá.

-Espero que no tardes, o sabrás lo que es que me enfade de verdad- murmuré antes de perderme en los recuerdos, justamente en como Anastasia y yo nos habíamos vuelto algo así como amigas, como habíamos tratado de destruir a la otra, precisamente el que Derek hubiese entrado en la ecuación, el que Anastasia hubiese representado una amenaza –que bajo ninguna circunstancia iba a aceptar que había sido- y que fue de las primeras chicas que me había plantado la cara, por lo menos aquellas a las que me dedicaba a destruirles la vida.

Sonreí de lado, esos tiempos cuando yo era temida por que sabía dónde golpear, como y que tan duro, cuando se decía que era una chica peligrosa, y después, comenzar con los juegos amorosos con Derek, destrozar corazones, dejar a tantos, rogando por mi cariño y atención, algunos humillándose, otros, jurándome venganza, muchos más haciendo uso de las artes mágicas para intentar destruirme, pero Derek siempre me cuidaba la espalda, siempre los detenía, así como yo me encargaba de quitarle de encima a las perdedoras que se quedaran enamoradas e idiotas por mi hermano.

Suspiré hondamente. Viejos recuerdos.

De pronto, escuché como una elfina venía hacia mí, con una reverencia pronunciada y me anunciaba que la “Señorita Baudelaire” estaba en la sala de juegos de la mansión, es decir, casi al lado opuesto de la entrada principal. Le di la señal a la elfina que se retirara y preparara algunos bocadillos y algo de tomar y rodé los ojos cansada.

-Definitivamente tendré que darle un maldito mapa mágico para que deje de aparecerse por todos los salones de la Mansión- y me levanté con un bufido para caminar con calma hasta el salón de juegos, si bien lo hacía porque no correría por ella, disfrutaba ver su cara de asustada cuando estaba perdida en mi casa. Una sonrisa maligna cruzó por mi rostro antes de dar una vuelta y entrar por la puerta del salón, deteniéndome en el marco, cruzándome de brazos y recargándome en este. La miré, estaba absorta en ver que salón era este, yo solo suspiré.

-El Salón de Juegos, es el lugar donde mi padre trae a sus “amigos” de la realeza mágica o muggle a pasar un rato, jugando a esas cosas que a los muggles les gusta y tomando algo de alcohol - caminé la mesa verde de billar, y tomé uno de los “tacos”, aquel palito que usaban para golpear y suspiré resignada.-Sabes que en esta casa, usamos algunas cosas Muggles, por mucho que mi padre sea un auténtico loco por la pureza de la sangre… y de eso quiero nuestra primera plática… -me giré recargándome en la mesa, mirándola, después solo sonreí.

-Pero antes de eso, ¿ya has comido algo?, no quiero que una de las lechuzas te confunda con uno de esos hermosos gusanitos terrosos por lo flaca que estás



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Mensaje por Anastasia Baudelaire Dom Ene 27, 2013 7:24 pm

El Salón de juegos... ¿Por qué no pensé en eso al ver las mesas de billar? Tal vez no le había prestado demasiada atención. Me giro para ver a mi amiga y sonrío de lado. Tomó uno de los tacos y lo sostuvo en su mano. Mas de una vez había jugado al billar o al pool, y era bastante buena en eso, me preguntaba si ella sabría jugar... ya le preguntaría luego.

-¿Ya quieres hablar? Ningún "¿Cómo has estado?" o "¿Interrumpí algo importante que estuvieras haciendo?" o tal vez "Lamento haberte pedido que vinieras así"- la miré unos momentos y volví a formar la sonrisa en mi rostro -Se cuál será tu respuesta, pero aún así la esperanza es lo último que se pierde PauPau- la miré dejando escapar una pequeña risa, odiaba que la llamara así, y como su pasatiempos favorito era algo así como molestarme, yo me tomaba las mías de vez en cuando, aunque luego tuviera que lidiar con las consecuencias.

Me acerqué a la mesa de billar y tomé las bolas que había puestas a uno de los lados. Las acomodé en el centro y fui a tomar uno de los tacos. Regresé y me coloqué en una posición cómoda para lanzar la bola blanca, para que golpeara a las demás. Por un momento solo se escuchó el ruido de estás chocar entre si. Cuando mi turno acabó, me coloqué derecha, recargándome en el taco y volví a mirar a mi amiga.

-Si, no te preocupes, mi delgado cuerpo y yo estamos perfectamente por ahora, tal vez mas tarde si quiera comer algo, pero por ahora las lechuzas tendrán que conformarse con mi delgado cuerpesito- se que tendría que haberme molestado por su comentario, pero ¿para qué hacerlo? Si dentro de nada volvería a decir algo ofensivo de nuevo, mejor tomarlo todo para el lado de la broma, y de esa forma hacer que ella se frustre porque sus insultos no cobran efecto sobre mi.

-Bueno, vayamos a algún lugar mas cómodo para hablar, algún lugar iluminado, no se. Es tu casa, ¿que recomiendas?- le sonreí y dejé el taco encima de la mesa. -Luego debería enviar un mensaje a mis padres, avisarles que estoy aquí, y que me envíen el baúl para la vuelta al colegio...-
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Mensaje por Paulette E. Hamilthon Jue Ene 31, 2013 3:59 pm

La vi tomar otro de los “Tacos” y medio rodé los ojos, Anastasia aun siendo Pura, había estado más involucrada con la vida muggle, su familia no era como la mía, no le decían que el linaje de la sangre era lo que valía la pena en esta vida, que no debía de manchar su reputación sino que simplemente le dejaban vivir su vida, sin presiones y suspiré un poco, si no fuese por la astucia de Armand al estar recolectando influencias diplomáticas en cada parte del mundo para volverse más rico y más poderoso, nunca hubiéramos dejado entrar una sola cosa muggle en esta familia.

Sonreí. Incluidos a mis amigos.

Recuerdo la primera vez que Ania fue a casa, casi me da algo cuando sacó una chuchería muggle que ahora sabía (y usaba) llamada móvil para contestar una llamada, creí que mi padre la atacaría con alguna maldición y la encerraría, a mí me desheredaría pero cuando le vi sonreír de aquella manera retorcida, me dio más miedo, aunque después me explicó que debía de empaparme de uso de cosas muggles, que era algo que debía de aplicar en mi educación pero que bajo ningún concepto debía de olvidar quién era y cuál era el propósito de mi vida.

Cuando la escuché que comenzaba a hablar, puse los ojos en blanco y dejé el “taco” en donde debía estar y me iré a ella. – Si sabes la respuesta, entonces no preguntes, ahórrate saliva Tacita -oh si, Anastasia Baudelaire sabía que odiaba, detestaba que me llamase “PauPau” pero también le enfadaba que la llamase tacita, haciendo referencia a un perrito chiquito, faldero pero tierno y leal, muchas veces la veía así y en vez de molestarla, aunque nunca lo aceptase en voz alta, quería protegerla de cada patán que sabía que existía.

No por nada, había podido ahuyentarle a varios idiotas que querían propasarse con ella. Conocía los lados más oscuros de la mayoría de la gente, y podía jurar que Anastasia solo tenía uno, que curiosamente solo salía conmigo y mi amado sarcasmo, era como un don.

La vi tirar sobre la mesa y la verdad no me sorprendía el que supiese jugar, si no que no se había equivocado del todo en hacerlo.-Te has equivocado, pusiste la bola blanca por delante del segundo punto, esa es una falta grave que me hace ganar el juego por default, eres impresionante cuando quieres darme todo regalado, Ania-sonreí antes de alejarme de la mesa de billar escuchando su comentario, dejé escapar un resoplido burlón -¿Crees de verdad que dejaré que mis lechuzas se alimentarían de ti?, por favor, les doy mucha mejor comida que eso-me crucé de brazos y caminé a la ventana para ver como el sol comenzaba a descender.

-Vamos a la biblioteca, que nos lleven el té y pondremos algo de música que realmente valga la pena -me giré para comenzar a caminar con la seguridad de conocer mi casa hasta subir unas escaleras no tan llamativas como las principales para al primer piso y caminar un pasillo hasta una puerta alta de roble, abriéndola, dejando ver la hermosa biblioteca en madera tallada con innumerables libros. En la sección de abajo teníamos los libros de los muggles. Novelas, Ciencia, la forma en que ellos explican muchas cosas que ellos usan y creen que pasa sin magia, un mundo interesante, también al entrar, había un reproductor de música y una colección inmensa de varios discos, la mayoría de esta música eran regalos de Dominique, Albus y otras eran música que había escuchado en alguna parte.

Cuando entramos, vi la cara de Anastasia al ver tanto libro y levanté una ceja, Podemos ir al salón rojo, estaríamos más cómodas y tranquilas, hay más sofás… - me encantaba perder a Ania en mi casa, era… realmente entretenido.




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